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Están entre nosotros. En todas partes. En la cola del supermercado, en el autobús, en los parques, tomando un café en una terraza, o incluso recogiendo a sus hijos en el colegio. Seres humanos que están de cuerpo presente, pero cuya alma ya se ha ido a algún otro lugar. Ni que decir tiene que son seres carentes de pasión. La tan menospreciada pasión de la que Emilio Duró habla largo y tendido en la ponencia que en su día se hizo famosa por motivos más que obvios, y que dejo aquí por si le queréis echar un ojo.

Creo que nos tomamos en general muy a la ligera todo el tema de hacer las cosas con ganas. De levantarnos, especialmente los lunes, con ganas de hacer, en vez de resignarnos a que nos hagan. Los lunes, ahora que lo menciono, son un estupendo medidor de cómo de muertos estamos. Como Emilio comenta, hay quien ha muerto a los 30, pero lo enterrarán a los 80.

Los lunes son históricamente los días duros. Recuerdo cuando tenía veintitantos que el domingo por la tarde mi chakra empezaba a debilitarse pensando en lo que vendría al día siguiente. Y eso que no tenía marrones importantes. Digo que es un buen medidor de cómo de muertos estamos, en parte, porque estar de lunes es vestirse, prepararse, coger el coche y sentarse en una silla para estar a disgusto y a cambio que nos den unos billetes cuando acabe el mes. Eso es ser también un muerto viviente. Pero eso era cuando de alguna manera pensaba que mi trabajo era lo que mediría cuánto había progresado en general. Un aumento de salario tras la revisión anual era una palmada en la espalda que me dejaba un mensaje. El mensaje de que iba por el buen camino porque ganaba un poco más de pasta.

Pero volviendo al tema que me ocupa, los muertos vivientes no solo se pueden ver por ahí haciendo cosas de humanos los lunes por la mañana. Siguen muertos del martes al viernes. Desde que empecé a trabajar en remoto y ya no tengo que dejar al chaval en el cole y salir en el coche pitando para comerme un atasco, cuando hace bueno, bajo con él a pie. Para eso nos preocupamos de conseguir plaza en un cole a 10 minutos de casa andando.

Ese paseo matutino, la verdad, me da la vida. Me pega el aire fresco en la cara y cuando me siento a currar, como que se toma todo de otra manera. Pero en este trayecto, mientras mantenía una charla con mi chaval sobre cosas importantes, como por ejemplo, lo que ocurriría en la saga de Freezer en Dragon Ball, me fijaba en la gente que subía por el mismo camino que nosotros bajábamos, y muchos tenían la mirada vacía. Suena a brujería, pero realmente se ve mucho en la expresión de la gente. Muchos ya discutiendo de mala manera con sus hijos de 6 o 7 años mientras bajan del coche, que está mal aparcado, o incluso despidiéndose de ellos en la puerta, los veía como una carcasa vacía.

O cuando después de hacer la compra en el Carrefour paramos en la tienda de chuches a coger lo que sea, la chica que te atiende tiene una alegría y una disposición digna de un velatorio. Parece que en lugar de darte la vuelta, te dan el pésame. Estamos hablando de una tienda de chuches, recordemos. Un lugar lleno de snacks, azúcar, muñecos de colores y globos de todo tipo. Cada vez que estamos en esta situación, no pierdo la ocasión de comentar con mi mujer algo como «otro más que ha perdido las ganas de vivir».

En fin, voy a profundizar un poco en el tema, para que se vea que hago los deberes. Para mí, hay dos tipos de muertos vivientes. Como nos enseña el cine y la TV, unos caminan lento y otros corren como Usain Bolt. Pero todos son muertos vivientes igualmente.

Los muertos vivientes clásicos

Estos son los más fáciles de detectar. No es que lleven un ojo colgando y se le vean las costillas, pero casi. Para los que hayáis visto el vídeo de Emilio, son esos que si les vas comentando que tienes un buen día, te recuerdan que ya empeorará, o que todo es una mierda, y que el trabajo detestable al que asisten cada día es lo que hay. No sabéis como odio el «es lo que hay«. Esa coletilla que de manera categórica te recuerda que alguna fuerza cósmica te asignó una tarea de mierda y debes hacerla toda la vida irremediablemente. Toda la vida, o hasta que algo te impida hacerlo, y entonces, mal también. Más quejas, más agonías, y por supuesto, compartidas con quien se ponga a tiro.

Los muertos vivientes clásicos, como los de las películas, se mueven despacio y de manera mecánica. Como si alguien le hubiese dado cuerda y estuviera siempre a punto de necesitar unas vueltas de rosca para continuar. Y no tienen por qué ser personas que quizás ganen poco o tengan una situación familiar complicada. No somos de piedra y no siempre estamos a tope por los motivos que sean. Muchos están bien pagados y tienen buenos trabajos, pero por algún motivo, quizás han decidido seguir aguantando a la gente equivocada por miedo al cambio, o por cualquier otro motivo, y su alma se les ha escurrido por algún hueco como la pasta de dientes saliendo por el tubo.

Esta gente equivocada es la que creo que se corresponde con el segundo tipo de muertos vivientes, los que muchas veces generan a los primeros. Los que corren mucho, tienen una sonrisa de oreja a oreja y en ocasiones se confunden con personas con alma.

Los muertos vivientes de nueva generación

Es muy probable que mucha gente no esté de acuerdo con esta taxonomía tan simplista sobre quienes han perdido su alma en algún momento de su vida. Yo lo veo así porque cada vez analizo más a las personas (inconscientemente), y el terreno profesional es menos el centro de mi vida, y por ahora sigue siendo mi necesario mecanismo de intercambio de tiempo por dinero, que naturalmente, si un día puedo cortar, lo haré.

Mientras tanto, he lidiado con responsables o mandos intermedios que oyéndolos hablar, es bastante evidente que dentro de su caja torácica no hay un corazón que bombea sangre. En su lugar, creo que hay un Intel Core que manda señales y ya. Como he puesto la ponencia al principio, voy a hacer referencias. Los muertos vivientes de nueva generación son los que se excitan con una cuenta de resultados, un dashboard, unos KPI, o una presentación bien montada.

No hace falta que recuerde que sus equipos les importan un huevo. Dicen que sí a todo, comprometen a su gente con fechas imposibles o los ves de viaje de trabajo cuando sus hijos tienen un par de meses. Persiguen la zanahoria que nunca llegará y parece que su categoría profesional les otorga un status envidiable y los hace más guapos y más listos.

Casi me olvido, estos también dicen «es lo que hay». Lo que pasa es que «lo que hay» se lo va a comer la persona a la que se lo está diciendo. Y esto me lleva a una situación que viví hace poco y que dudaba de si contar o no. Pero luego me di cuenta de que si quiero dar que pensar, tenía que compartirlo. Y si a alguien no le gusta, es que es un muerto viviente de tipo 2.

Las órdenes vienen de arriba

Hace no mucho, en el proyecto en el que estaba, nuestro jefe iba a ser sustituido por otro. No fue hasta que se produjo este cambio cuando supe que estábamos de maravilla tal como estábamos. El proyecto arrancaría en pocas semanas y me había comprometido a desplazarme al cliente las dos primeras semanas, por mucho que me costase. Por temas de conciliación y todo eso que parece que ya no es importante.

El proyecto arrancó, y viajé, no sin dificultad. Pero a la segunda semana, el manager que estaba en contacto con el cliente, y escudándose en el nuevo responsable que se acababa de incorporar, nos quiso colar que habría que viajar más semanas. Yo había dejado claro en la entrevista que en este momento no podría moverme más que un puñado de días por trimestre, pero nada más, y todo estaba conforme.

El problema es que en este proyecto había más de una empresa, y había demasiadas personas a mandar. Mi responsable directo era alguien de mi empresa, naturalmente, pero con quien trabajaba a diario era de otra.

Total, que de manera bastante sibilina, se empezó a mostrar un plan de viajes que se estiraba como el bastón de Goku. En ese momento me agobié innecesariamente, porque en el fondo no quería montar lío, pero luego pensé que me daba todo igual y como dice mi compañero Víctor, puse pie en pared. Dije que no podía viajar más.

Le comenté esto a mi responsable en el proyecto (no el de mi empresa, quien siempre se portó como una persona y a quien se lo agradezco). La respuesta fue que los planes del proyecto eran otros, y que las órdenes venían de arriba. Luego, ante la poca efectividad de esas afirmaciones, empezó el silencio administrativo sin decirme nada relativo a mis necesidades.

Finalmente, no reservé vuelo, seguí trabajando desde mi casa y la vida continuó sin consecuencias. Y esto me hizo darme cuenta, tras seguir en contacto con mi responsable de proyecto, de que era alguien cuya vida era demostrar que es bueno, a costa de quien fuese. Se encargaba de compartir disimuladamente y a diario con el equipo que había trabajado por la noche o el fin de semana.

Lo que quiero decir con esto es que gente así es la que si tienes la mala suerte de sentarte a su lado en la cena de empresa, solo te da la chapa con curro, porque es el centro de su vida, y su vía para darle masajes a su ego, recordando a sus equipos que lo que dice es lo que hay. Igual me tiro de la moto, pero me arriesgaría a decir que este tipo de personas no pueden tener muchas más cosas importantes en su vida, porque materialmente no hay hueco para más. Familia y eso. Es imposible que lo haya.

Cerraré con un mensaje de optimismo. A no ser que haya configuraciones neuronales que hagan que alguien tenga rasgos psicopáticos o narcisistas, es posible hacer el camino de vuelta y llenar estos cuerpos con algo no visible, pero que si se estimula y se alimenta, hace que los lunes parezcan… jueves, por ejemplo. Tampoco nos tiremos. No pueden parecer sábados.

Haced algo que os guste. Sin importar que tengáis más de 40 como yo. Tener cierta edad no significa ser un coñazo de persona. Mirad dibujos animados. Añadid alguna actividad artística. Ejercitar la creatividad es la hostia, hablando mal. Y escapad de los muertos vivientes. Sean del tipo que sean.

Venga, si has sonreido, déjame tu correo y yo te mandaré cosas de vez en cuando. Dejo un botón para que se vea bien:

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