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Si se ha entendido por el título que tengo algún tipo de receta mágica para encontrar el balance perfecto, ya voy avisando de que no es así. Nadie lo tiene. El balance perfecto en términos absolutos sería la piedra filosofal del estado de bienestar de cada uno de nosotros, en el cual tenemos todo lo necesario y en su justa medida. No echamos nada en falta y no nos sobra de nada. Suena tan idílico que da hasta un poco de vergüenza hablar del tema, pero como no me queda mucho, estamos de suerte.

Quise tocar este tema porque leí una publicación de una antigua compañera que tuve en la Startup por la que pasé, y en su día me hizo el favor de compartir algo que escribí. Un saludo si me estás leyendo, Patricia. Esto funciona así, me gusta ser agradecido con la gente, y la manera de serlo en esta ocasión es recoger el testigo de su mensaje y dar mi punto de vista también.

Además de este motivo, el tema del balance es algo que siempre tengo en la cabeza. Cada vez que cierro el portátil apurado para ir al colegio, o cuando vuelvo por la mañana pronto para conectarme a esa reunión, o cuando simplemente siento que no llego a nada. Pero sobre todo, cuando veo que dedico demasiado tiempo al proyecto en el que participo y por el que me pagan, y entonces veo como la misma cantidad de euros que recibo, se canjea por más horas. Cuando parece que no llego a nada es cuando me pregunto si todo está en orden. Si lo que aporto al universo y este me da está compensado.

Es difícil de explicar el tema del balance. El desbalance es más fácil de ver. Lo puedo definir como que hay algo no resuelto, que no sabemos muy bien qué es, y nuestro subconsciente, pidiendo ayuda, nos manda señales. Un estrés que no sabemos muy bien de dónde sale, demasiado cansancio, irritabilidad, o tener nuestra mente en cualquier momento del tiempo menos en el ahora, entre muchos otros síntomas.

Es difícil pensar en cómo balancear todo para irnos a dormir cada día sabiendo que todo está en orden. Todo menos los juguetes de los niños. Esos siempre están por todas partes. Lo voy a intentar igualmente en cualquier caso. Hay tres bloques que creo que se deben cuidar para minimizar el sentimiento de que vamos haciendo equilibrio por a cuerda y nos vamos a caer sin remedio. Comer bien, hacer ejercicio y no dejarnos absorber por la espiral laboral ya son cosas que se dan por sentado.

Las compañías adecuadas

Aunque disfrutar de la soledad es una maravilla, porque nos enseña a estar con nosotros mismos, tomarse unas cañas con la gente adecuada es un plus importante. Igual que cuando escogemos unos aguacates en el lineal del supermercado, teniendo cuidado de que no esté duro como una piedra o blando como el chicle, con la gente hay que saber escoger también. Nunca he sido tan consciente como lo soy ahora de este punto. Obviamente, es por la edad. Pero no lo digo con connotaciones negativas. La edad es en ocasiones como un superpoder. El superpoder de elegir mejor con quien te juntas.

Y no solamente es importante con quién te tomes cañas, sino para quién trabajamos, con quién compartimos nuestra vida, o incluso con quién mantenemos una charla en el parque mientras tienes localizado a tu chaval entre la marabunta que corre de un lado para el otro. Como un ingrediente que considero importante para añadir a nuestra receta del balance perfecto sin el cual todo está descompensado, tener siempre contactos de alta calidad es fundamental. En algún momento siempre, sin excepción, vamos a necesitar de alguien por mucho que pensemos que no. Y esa ayuda no va a venir de cualquiera.

Lo que sucede con los contactos es que con los años, los buenos escasean, y siendo adulto es más complicado hacer nuevas amistades. Esto daría para una disertación completa. Todo el mundo está ocupadísimo y no tiene tiempo para nada. En mi caso, si junto esto con el hecho de que cada vez soy más picajoso con encontrar personas afines a mi forma de pensar, la selección está complicada.

Quizás por eso no me suelo asentar mucho en un proyecto laboralmente hablando (y porque me conozco, y me gusta hacer cosas distintas). Uno nuevo abre nuevas oportunidades de encontrar gente interesante. De cada uno de los trabajos que he tenido siempre me he llevado contactos de buena calidad, a muchos de los cuales aprecio enormemente.

Después de todo, por mucho que nos pese, somos animales sociales, y por eso, el primer ingrediente a considerar para conseguir el balance perfecto son colegas. Pocos, pero buenos.

Mens sana in corpore sano

La verdadera epidemia, de la que solo de vez en cuando salen algunos datos en las noticias, es el deterioro generalizado de la salud mental. La mente es un tema jodido, hablando mal. Muchas veces la menospreciamos, y todavía es un pensamiento generalizado que dedicar tiempo a terapia, o sencillamente a hacer una revisión, igual que se la hacemos a nuestros coches, es algo prescindible.

Hay infinidad de motivos para dejarse unos dineros en que un buen especialista nos eche una mano con temas psicológicos. Al menos una temporada para adquirir herramientas mentales útiles. Si tuviera que elegir uno, sería aprender a digerir lo que nos viene. Somos bombardeados por todos los flancos constantemente. Entrega esto a final de semana, hay que hacer estos papeleos, los chavales tienen el día torcido, y encima ese rollo familiar me está tocando las narices cosa fina. Si todo lo que nos llega lo recibimos con los brazos abiertos y nos enfrentamos frontalmente, estamos perdidos.

En lo personal, por motivos varios, y sin haber sufrido nada grave de verdad, he experimentado esa sensación ficticia de tener que contentar a demasiada gente. Y al final, cuanto más nos obsesionamos con llegar a algo, más nos alejamos. Un tanto contradictorio, pero así funciona. El punto de la mente da para mucho, pero si lo pudiera resumirlo, lo traduciría como pasar ampliamente de casi todo, o dejar ir. Si nos enganchamos a cada problema por pequeño que sea como un perro a un hueso, por el barranco que nos vamos.

Sobre el cuerpo, ya sabéis lo que opino. Moverse es un muy buen complemento, pero creo que la base está en que los muebles estén en su sitio en nuestra almendra.

Saber a dónde vamos

Tercer y último, pero no menos importante bloque. Quiero aclarar que el concepto de saber a dónde vamos no es tener un objetivo vital que vamos a perseguir como locos. Hacer eso provocaría que si un día llegamos a ese punto, ¿Qué pasaría después? Lo importante es ser algo, no convertirnos en nada.

A dónde vamos puede variar, pero es lo que nos pone en marcha para hacer cualquier cosa, y si conseguimos mantenernos una temporada, luego ya todo va en automático. Y al ver los progresos aparece la motivación. Sí, esto llega al final como una consecuencia de todo lo anterior. Quizás este sea el ingrediente del balance perfecto más amplio, pero sin los otros dos, estaremos perdidos durante la travesía, o incluso no sabremos a dónde ir.

Al menos a mí, este punto me sirve para no agobiarme con memeces. Si tengo en mente, por ejemplo, que quiero ser autónomo y meterme en proyectos internacionales, entonces, con calma, y como dice mi compañero Víctor, cargo el rifle de francotirador y espero pacientemente en la colina cubierto de musgo. Nada de correr. Recordemos que el ansia espanta a la presa. Y pensando en los cambios que vendrán cuando finalmente pulse el gatillo, lo que haga mientras tanto, lo haré con una calma que hace que levantarse el lunes por la mañana sea mucho más agradable.

Quizás esta manera de plantear el tener siempre una próxima estación en la que bajarme venga por mi forma de ser. Odio pensar que tengo un yugo puesto y voy a ir siempre por el mismo lugar. Puede que esta idea no aplique a todo el mundo, pero lo que se me hace un poco tedioso es ir por ahí como un salmón que ha deshuevado en lo alto del río y su cuerpo inerte es arrastrado por la corriente. Después de todo, el arte de pensar en lo que viene después es algo que se puede (y creo que se debe) ejercitar.

Para terminar

Confieso que hasta hace poco no era consciente de lo que acabo de comentar. Puede que sea una consecuencia de la crisis de los cuarenta, pero me ha sentado bien auto-implantarme mis propias directrices.

El tema de las compañías lo tengo más claro que nunca porque aprecio más que nunca tener conversaciones interesantes con gente con la que tengo confianza. Más aún desde que hay niños, que son la hostia en positivo, pero comen tiempo que da gusto. Actualizaciones con algún colega un viernes por la noche tratando de arreglar el mundo son mano de santo, o alguna comida que otro los viernes.

Lo de la mente, en mi caso particular, ha sido lo que más diferencia ha marcado. Por motivos expuestos aquí, me convertí en mi peor crítico, y eso tampoco puede ser. He aprendido a pasar mucho de muchas cosas, y en cierta manera a dejar de pensar que voy en un remolque sin tener el control de nada, y ser consciente de que realmente voy al volante. Todo se ve más claro ahora.

¿A dónde voy? Pues por poner un caso concreto, tengo el hosting de este blog pagado por 2 años. En esos dos años quiero sacar al menos una publicación por semana. Luego ya veremos si la cosa crece o no. Como he dicho antes, la idea de ser Freelance es un paso importante por varios motivos, pero es algo que después de pensarlo mucho, está bastante claro. Escribir un libro es algo de lo que podré hablar en los próximos años porque a una hora por día… Pero oye, me mantiene motivado. Y en esas estamos amigos.

Si quieres comentar algo, siéntente libre. Si quieres que te mande cosas al correo de vez en cuando, puedes dejar tu mail aquí. Y si no, gracias igualmente.

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