Ya intenté desmentir los mitos clásicos acerca de lo que ocurre a los cuarenta en este artículo. Con esa publicación, la idea era adelantar a quienes navegan por la veintena o treintena que los cuarenta no es el final del camino, sino todo lo contrario, así que, para ese grupo de población, enhorabuena. Y para los que ya hayáis pasado los cuarenta, enhorabuena también. Todo son buenas noticias.
Se acabó esa imagen de típico/a cuarentón/a con michelines, sin pelo donde debería, cascado/a, y yendo por una incipiente cuesta abajo en punto muerto asumiendo que todo lo que podía haber hecho y no hizo, pues ya ha pasado la hora, porque hay una edad para cada cosa, y pamplinas de ese estilo. Que no vea a nadie diciendo que ya no se pueden aprender cosas nuevas, que esto es lo que hay, y paparruchas del palo. Esa manera de pensar convierte a la gente poco a poco en viejos gruñones y resentidos que después no hay quien los aguante, además de estropear la piel. Por lo tanto, y por amor hacia vuestra descendencia y vosotros mismos, poneos ya manos a la obra a modelar ese padre, madre o abuelo/a que será capaz de tener conversaciones medianamente elocuentes con sus vástagos, o los hijos de éstos, y no llegue ese día en el que parezca que os separan siglos.
No lo digo yo, lo dijo un psicólogo
Como comenté alguna vez, en cierta ocasión me vi con mil euros disponibles para gastar en cultura y cuidado personal gracias a un bono que mi empresa daba a los empleados por año después de superar el período de prueba. Debía gastar todo en un par de semanas para no perder ese dinero, y me parecía que no debía regalar nada a mis empleadores, y por eso compré un buen puñado de libros de todo tipo, lo cual fue una de las mejores decisiones en mucho tiempo.
De entre todo lo que compré, creí conveniente incluir un libro de Carl Jung, «Arquetipos e inconsciente colectivo«, el cual todavía no he leído, y sigue esperándome en la repisa como unos cuantos más, pero recientemente llegó a mí un vídeo sobre Jung en el que se mencionaba la idea de que lo bueno empieza cuando muchos creen que se acaba. La frase, literalmente es: «La vida empieza en realidad a los 40. Hasta entonces estás simplemente investigando«.
No vengo a hacer una disertación sobre los razonamientos de Jung, principalmente porque no me lo he leído todavía, pero si esa afirmación me llama la atención es porque creo que tiene todo el sentido del mundo. Tiene sentido pensar que nos movemos por ciclos o etapas, como todo en el universo. El hecho de que la crisis de los cuarenta como el típico momento en el que todo se va a la mierda pudo haber surgido por una mala interpretación del significado de ese punto de inflexión a mitad de camino.
Hasta los cuarenta, por lo visto, nos dedicamos a absorber ideas, experimentar, hacer cosas nuevas, cagarla alguna que otra vez, acertar otras, averiguar en qué creemos y en qué no, pero en resumen, lo que hacemos puede ser fácilmente intentar vagamente saber cuál es nuestro lugar o quienes somos de verdad. Si encajamos este planteamiento en nuestra vida moderna, un escenario muy frecuente es que a los cuarenta tengamos ya descendencia y más o menos cierta experiencia y una carrera profesional asentada (que no quiere decir estar siempre en el mismo sitio, ojo). Y es en ese momento en el que por lo visto, según la leyenda dice, compramos un descapotable de segunda mano y nos fugamos con una amante rubia, pero como he dicho, eso es una especie de banalización de lo que ocurre en realidad. Pero para que ocurra de verdad, hay que hacerlo con ganas.
Lo que creo que ocurre de verdad
Esto de la psicología es en cierta manera, algo subjetivo. Hay tantas formas de interpretar la manera en la que nuestra mente funciona que creo que nadie tiene la verdad absoluta ni de cerca. Pero ciertas ideas encajan bastante con lo que siento ahora mismo, que tengo 42. Lo que ocurre en realidad a partir de (aproximadamente, tampoco es algo exacto) la cuarentena es que eres consciente de que la vida no es tan corta como algunos dicen. Es larga en realidad, y a veces no sabemos aprovecharlo. Además, y ahora hablo a título personal, sentimos que hemos hecho algún tipo de entrenamiento en todos los ámbitos posibles que en muchos casos, como el mío, tiene como examen de fin de carrera criar hijos, y es una prueba final bastante dura por momentos.
En el momento al que me refiero muchas veces cariñosamente como «salir del pozo», como es normal, no nos dedicamos darle de comer a las palomas en el parque con nuestra chaqueta de punto y siendo conscientes de las canas que nos van saliendo, o no deberíamos. Ahora veo más claro que nunca el tipo de personas con las que me apetece tener una conversación o tomar una caña o un café, y reconozco que muy, pero que muy pocas personas pasan ese filtro. Eso se suele confundir con que la edad nos hace inaguantables o algo así, pero en este momento, no lo veo como tal. Sencillamente, hay ciertas personalidades con las que sé que no congenio, y como decía Keanu Reeves en cierto vídeo, ser consciente de que no se va a congeniar con alguien, de entre los 8 mil millones de habitantes del planeta, deja un generoso grupo poblacional con el que puede que todo encaje mejor.
No solo se trata de ser más selectivo con la gente, sino de embarcarse en proyectos personales que nos gusten de verdad, ya con un criterio formado durante nada menos que cuarenta años, o de eliminar de nuestra vida cosas que ya no nos aportan, y todo esto encajaría dentro de otro concepto sobre el que me gustaría indagar más, que es la individuación, que es algo que entiendo como coger todo eso que sabemos que forma parte de nuestro «yo», hacer una combinación de elementos única e irrepetible, pulirla bien y convertirla en una semilla que seguro, germinará.
El mensaje que quiero dejar con la publicación de hoy es que, lo importante es no pensar que vamos a estar media vida echándonos a perder. Eso puede que suceda hacia el final, cuando ya el cuerpo no acompañe demasiado, pero si no nos dedicamos a simplemente ver Netflix y comer Doritos, hay otro período de cuarenta años, si nada lo impide, durante los cuales se puede hacer mucho, y eso no se debe desperdiciar.
Chao!





Deja una respuesta