Debo admitir que en el momento de escribir estas palabras, soy alguien privilegiado en lo profesional, y como sucede con la crianza de los niños pequeños, nuestra hábil mente deja en la papelera de reciclaje ciertos recuerdos negativos con el tiempo. En lo que se refiere a la relación con esas personas que nos lideran, o lo intentan, pasa un poco lo mismo. Encontrarse con pseudo-jefes de vez en cuando tiene cosas buenas de todas maneras. Nos curte de alguna manera, y nos enseña, con un poco de suerte, a ser más avispados en el futuro, a poder ser, sin caer en la mala práctica de convertirnos en alguien tan odioso como esos que creen que el título que alguien les otorga es suficiente para salir a la palestra con el báculo de mando y ser alabado sin condiciones.
Bien, dicho esto, me quito el monóculo y dejo el reloj de bolsillo en la cómoda, y vamos al lío. Últimamente, por conversaciones (y por suerte, no por experiencia propia reciente), estoy volviendo a ver evidencias de que no hay excesiva mano de obra realmente cualificada, y eso aplica también, y especialmente, a las personas que tienen que gestionar proyectos y/o personas. Y es que ser líder, jefe o manager, como era de esperar, es complicado. Pero a la vez, no lo es. No es que haya sido responsable ni haya estado interesado en ello, y es así porque hasta ahora, tener responsabilidad sobre un equipo -y esto lo sabía a ciencia cierta- había comprobado que siempre era sinónimo de hacer más horas que un reloj y de rascar espaldas, y odio las dos cosas por igual.
Y decía que no es complicado porque teniendo un mínimo del ahora escaso honor y algo de coherencia, sumando experiencia y organización, sí se puede. Ser responsable quiere decir que si te tienes que comer una ostia, te pones firme, la aceptas con dignidad, y aprendes para la siguiente como cualquiera. Pero cuando alguien no es capaz de hacer que todas las bolas con las que intenta hacer malabares estén en el aire al mismo tiempo, y quiere fingir que todo está bajo control, entonces es cuando se ocupa de apretar hacia abajo y sonreír hacia arriba. Se hace familiar esto ¿verdad?.
Encontrarse con gente así es, muchas veces consecuencia de que a cuñados premium se les permita tener un puesto de responsabilidad, que por otra parte es el único lugar en el que pueden sobrevivir, siempre que sigan bajo el paraguas de gente como ellos. De entrar como soldado raso le caerían ostias como panes en caso de tener un responsable decente. Mal por quien haya hecho el proceso de selección, por cierto, porque no ha sabido catar su verdadera esencia. También es posible que sea amigo de este, o del otro, o le deban un favorcillo que otro, pagándolo con un puesto en tal o cual departamento. No sé qué opción me gusta menos. En fin, así nos va.
El cargo se otorga, pero el respeto se gana
Ahora más que nunca, veo el contraste entre personajes inseguros que les encanta tener cerca a los más dóciles, y aplastar a quienes tienen algo de criterio con sus mocasines o sus New Balance de casi 200 euros, según su grado de modernidad, y responsables a quienes les pagan porque las cosas funcionen en su departamento y dediquen sus horas (las justas) a gestionar y facilitar a su gente cuando necesitan algo.
En realidad, no hay que hacer grandes demostraciones para ser un buen jefe. Sacar a relucir condecoraciones o recalcar lo mucho que sabe de esto o aquello es pura fanfarronería, que quizás compre alguien que acaba de empezar, pero que para mí, es la prueba de que esa persona simplemente no está preparada. Por supuesto, esta valoración va a depender mucho de como sea cada uno, pero mí, jefe ideal es el que no demuestra tener miedo de que alguien de su equipo le quite el puesto. Es que es decirlo y suena absurdo a más no poder.
Mi línea roja se sitúa en ese punto en el que percibo excesivo control, ir al grano super fino para encontrar cualquier historia con la que meter puyas, y pedir explicaciones como si estuviésemos sentados en la típica sala de interrogatorio y alguien con camisa y corbata caminase alrededor haciendo preguntas para encontrar algo a lo que agarrarse. Eso está bien si el interrogado prioriza el no tener líos, o acaba de empezar, por ejemplo, pero conmigo que no cuenten.
Ahora mismo tengo una responsable que todavía no me creo que la tenga. Me autogestiono, naturalmente teniendo en cuenta hacia dónde va el proyecto, pregunto si necesito, o pido ayuda, tenemos seguimientos informales cada dos semanas, y unas muy breves dailies. Supongo que parte de toda esta harmonía es la consecuencia de que la empresa, el proyecto, pero sobre todo, mi equipo y yo encajamos bien, y eso es algo muy a tener en cuenta.
En jardín cuidado no crecen malas hierbas
El problema, diría, es algo relacionado con lo que comentaba en este post. No es que entre el césped perfectamente cortado y regado, aparezca sin más un hierbajo, un tojo o unas silvas. Si eso ocurre, probablemente, la vida se siga abriendo paso y esas malas hierbas terminen por desaparecer, pero generalmente, estamos ante un jardín monísimo o un solar descuidado lleno de hierbas que pican o pinchan, un poco de agua estancada en el fondo, y restos de bolsas o vasos del Burger King que algún desalmado habrá tirado por allí.
Ojo, que esto no va de consultoras o clientes finales. Va de lo que se promulga desde los despachos. Va de la personalidad que tenga la compañía, algo que se respira en el ambiente, en las conversaciones y se propaga hasta todos los equipos, y hasta en la máquina de café. No suele haber simplemente jefes aficionados, sino una maquinaria más grande que permite que haya personas llevando -mal- a otras personas, porque hasta la cúspide de la pirámide, el cuento es el mismo. En el mejor de los casos, en estos entornos puede haber algún que otro rincón donde más o menos sobrevivir, pero ya.
Elegid bien a vuestros jefes si es posible. Si para él o ella simplemente sois una máquina que puede estar siempre encendida y que sirve para que los números sean favorables, terminará por minar vuestra cabeza. Contra esta gente no se puede hacer mucho. Bastante tienen con lo suyo, pero que lo aguante otro a poder ser.
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