Toca ponerse serio. Además, este es uno de esos temas en los que soy un máquina, y eso lo puedo decir de muy pocas cosas. Eso quiere decir que quizás me extienda más de lo normal, así que disculpas adelantadas.
Por lo general, hay ciertos tipos de personas con rasgos de la personalidad un poco especiales de los que hemos oído hablar, pero poco más. Pero si una de esas personas es alguien muy, pero que muy cercano, uno termina por investigar un poco hasta poner un nombre a ese tipo de personalidad que se sale de lo normal, y no para bien.
Las personas con trastorno de la personalidad narcisista las definiría como una versión siniestra e hipervitaminada de un cuñado, porque por un lado, siempre lo saben todo, pero por otro lado, hay otros elementos extra que al contrario que con los cuñados, con quienes te puedes echar unas risas, no hacen ni puñetera gracia. De esos aspectos oscuros quiero hablar, y recuerden, si quieren saber las técnicas correctas para poder combatirlos, deben quedarse hasta el final de la publicación.
Con quién estamos tratando
Lo simpático del asunto es que aun habiendo leído artículos (en inglés también, que esa gente sabe mucho), no queda claro del todo qué es eso que hace que una persona adopte el esquema mental que le convierte en alguien narcisista, y por extensión en una persona altamente manipuladora. Se habla de temas de educación, mencionando que quizás los padres habrían podido inflar excesivamente su ego en la infancia, o temas genéticos incluso. Yo no tengo una bata blanca con coderas, y por lo tanto no tengo el conocimiento necesario, pero me aventuro a decir que cuando alguien nace, y se barajan las bases nitrogenadas, hay algo físico en el cerebro que está cableado distinto. O quizás es algo relacionado con partes intangibles de la consciencia de las que no tenemos idea (ni siquiera los que sí tienen bata blanca con coderas), y que hace que estas personas vean al resto del mundo como piezas en un tablero más que como personas a las que puedes estar jodiendo con tus artimañas de supervivencia.
Ahora, coincidir con una persona narcisista puede variar mucho en función del grado de cercanía que tengamos. A mayor cercanía, menos simpático es el asunto. Si es alguien que vemos por ahí de vez en cuando, pues hasta podemos pensar que es alguien encantador, porque vemos esa capa exterior como la antena luminosa de esos esperpénticos peces abisales. Cuando es alguien muy cercano, ya nuestros ojos se han acostumbrado a la luz y vemos detrás esas fauces con dientes puntiagudos que no dudarán en pegarnos un bocado cuando sea necesario.
Las personas narcisistas, ya sin irme a definiciones formales, que cualquiera puede encontrar por ahí, parecen ser muy fuertes emocionalmente. Parecen seguros de sí mismos, que lo saben todo, que tienen una riquísima experiencia en muchas cosas porque cualquier cosa que se le contemos, la habrán experimentado antes, y además tienen respuesta para todo. La realidad es que por dentro son personas altamente desdichadas. Como dije, esta versión siniestra de los cuñados necesitan alimentarse de la dependencia que cualquiera a su alrededor tenga de ellos. Hacen lo posible para que los demás los vean como una especie de ídolo a quien orar, y a quien hacer consultas para que los ilumine.
Lo que falla es que ese apetito por la dependencia ajena nunca se sacia, y no tiene líneas rojas que no pueda rebasar. Vale cualquier cosa. Intentar hacer sentir culpa, hablar de experiencias negativas para generar pena, mentir, poner a personas en contra, de manera que no sean capaces de pensar conjuntamente y el único lugar alrededor del que puedan orbitar sea el narcisista. Los narcisistas son personas muy peligrosas. Son capaces de morder el alma de los demás y succionar hasta que no quede nada, y después de que la víctima quede vacía, no habrá el más mínimo remordimiento. Pero para resumir, y para que quede bastante más claro cuándo una persona es narcisista, ahí va una sencilla lista. Cuantos más puntos cumplan, más posibilidades hay:
- Sentido de la grandilocuencia
- Envidia hacia los demás y/o creencia de que todo el mundo le envidia
- Dificultad para asumir críticas
- Solo se focalizan en asuntos superficiales, y muchas veces en su autoimagen
- Siempre es culpa de los demás
- Reacciones demasiado explosivas
- Control sobre los demás estableciendo pautas que obliguen al resto a acudir a comidas o eventos, o a visitarlos a su entorno
- Pésima gestión del enfado
- Necesidad de admiración
- Conversaciones focalizadas en desgracias para mermar la moral
- y muchos otros que harían la lista interminable.
Qué hacer entonces
Bien, la respuesta a esta cuestión está enfocada en quienes se tienen que comer sí o sí a un narcisista. No hablo de un jefe, por supuesto. Antes que acabar sin alma, se manda al jefe y a la empresa a freír espárragos como hice un par de veces y a correr. Ni de un conocido o amigo con quienes es más sencillo cortar lazos. Hablo de cuando el narcisista es un progenitor, y durante esa etapa en la que nuestra mente se está formando y no tenemos en muchos casos independencia todavía, ejerce una fortísima influencia en nosotros, y al final la forma de nuestra personalidad termina irremediablemente distorsionada en forma principalmente de falta de autoestima, y eso es algo sin lo que es bastante difícil desenvolverse en la mayoría de entornos sociales o profesionales. Después de todo tiene sentido (dentro del poco que tiene) para el narcisista. Hacer que todo el mundo carezca de criterio y de una buena imagen de uno mismo es perfecto para tener al séquito de marionetas siempre disponible.
Me temo que no hay un sencillo tutorial con tres sencillos pasos a seguir, tras los cuales todo va viento en popa con el narcisista. Aunque sea vuestro padre o madre, hermano, primo, o cualquier persona con quienes hayáis tenido una larga relación, o incluso desde la niñez, la regla, para mi, es clara. Cuanto menos contacto, mejor. Cero contacto es lo ideal. ¿Cuánta lejía es bueno beber? Pues tres gotas mejor que seis, una mejor que tres, y cero es lo ideal. Creo que se entiende. Toca elegir llegado el momento. Mantener la agotadora pantomima con alguien que solo quiere que nos movamos a su son y que le riamos las gracias, teniendo siempre extremo cuidado de no contrariar con la intención de evitar conflictos desagradables, desgastando poco a poco nuestro ser, o bien, cortar por lo sano.
Como decía un colega mío, el dolor dura un rato, pero el miedo dura toda la vida. Cada vez más, creo que es mejor irse al fango emocional por duro que parezca, pero ser libre después, antes que intentar que la cadena que tenemos al cuello haga el menor daño posible durante el resto de nuestra existencia. Esto parece sencillo, pero es de las cosas más complicadas que hay tratándose de un progenitor.
Hay un enlace invisible pero muy fuerte con esa persona, y al mismo tiempo, nuestro lado racional nos dice, objetivamente, que esa persona es veneno para nuestra alma, porque si otra cosa tengo clara es que no importa el tiempo que pase. Esa persona siempre, pero siempre, va a intentar ponernos la anilla al cuello de nuevo. Actuará de la manera que proceda. Fingirá que no es como era. Intentará engatusarnos con cualquier táctica rastrera con el fin de, poco a poco, añadirnos otra vez a su colección de marionetas. Llevo años con esta historia, y hay varias cosas que tengo claras. Ahora me reclino en el sillón con una pierna cruzada sobre la otra, las manos con los dedos entrelazados, y un flexo en la mesita auxiliar de al lado. Puede que con una copa también.
La primera es que creo que nunca se puede superar del todo cortar una relación así, aún sabiendo que es lo mejor. He mejorado mi autoestima como nunca, y eso no lo cambio por nada, pero siempre hay momentos puntuales que por circunstancias, todo lo sucedido anteriormente se carga en memoria y hace sus estragos temporalmente. En este caso no se puede borrar el historial. Solo se puede ignorar la mayoría del tiempo.
La segunda es que una relación con un narcisista de este tipo va a afectar seguro a nuestro entorno. No es que los que terminemos jodidos seamos únicamente nosotros y ya está. Se extenderá como un virus a la gente cercana a nosotros. Después de todo, ellos son el enemigo del narcisista. Son la competencia a derrotar. Son los que roban marionetas y las convierten en sucias personas con criterio. Y además, intentarán restar importancia a cualquier acontecimiento importante en vuestra vida, porque no soportan no ser el personaje principal de la película. Razón de más, por si el primer punto no llegaba, para cortar el cable.
La tercera tiene que ver con las dos anteriores, y es que a pesar de que de vez en cuando surja la duda de si somos personas deplorables por cortar un lazo tan importante (porque luego habrá iluminados que no lo entenderán y pensarán que eso es antinatural), lo cierto es que es solo un poso que queda por ahí tras décadas de manipulación y que hay que dejar pasar. La idea es que nadie tiene derechos especiales por ser quién es. Podemos no esperarnos nada de un conocido con quien tenemos relación desde hace meses, pero de alguien que nos crio desde pequeños hay que exigir más cosas, sobre todo las esenciales, como por ejemplo, que nos trate como adultos cuando somos adultos.
Esta vez sí que me las voy a dar de sabiondo, y eso es muy raro en mi, porque no sé de nada en especial. Esta es una de esas cosas que cuesta desearle a nuestros peores enemigos, así que recomiendo a cualquiera que haya leído hasta aquí, y que algo le suene familiar, que haga algo. No puede salir nada bueno de una relación así. No es un consuelo, pero ayuda a procesar todo, el hecho de que los narcisistas no son en sí malas personas. Es difícil definir con precisión dónde empieza el mal y acaba el bien. Son personas con una configuración neuronal o espiritual que las obliga a actuar como lo hacen. Siguen sus instintos como animales que somos. Solo que estas personas no ven al resto como iguales, y eso es lo que lo estropea todo.
Ahora me levanto del sillón, termino el culín que quedó en el vaso de la mesita auxiliar, y me despido, no sin antes recordar que nada tiene más valor que nuestro criterio propio. Nadie que quiera anularlo debe ser parte de nuestro entorno.
Feliz día.





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