Colacao o Nesquik, Coca-cola o Pepsi, McDonalds o Burger King, diésel o gasolina, Apple o Android. Todos estos dilemas están en nuestro día a día, y al de hoy tampoco hay que quitarle la importancia que merece. Si en su día comenté las absurdas cotas de subcontratación en determinados entornos, hoy me voy a centrar en dar un poco de luz, si es que eso es posible, sobre lo que diferencia, en el sector de las TIC, el trabajo directamente para una empresa final, o desde el lado de un proveedor de servicios. Empezamos muy a la gallega.
No hay opción perfecta
Una vez conocí a cierta persona en un proyecto, dentro de una consultora para la que trabajé, de estas con un acentuado comportamiento cuñadil, y tirando hacia la poca educación, que opinaba que la clara opción ganadora era trabajar en consultora. El argumento era tan sencillo como: «trabajando en cliente final, te fosilizas».
Ni que decir tiene que esa afirmación no tiene ni pies ni cabeza. Un pensamiento muy habitual es que lo ideal es recorrer consultoras, aprender, y cuando ya nos hemos convertido en unos hachas, entonces poner punto muerto y a vivir la vida y cobrar bien en un cliente final. Pero la cosa no es tampoco así. Pinta como que los clientes finales son como Marina D’or, y me da que no siempre es el caso. Se piensa que los clientes finales son como un cementerio de elefantes pero no he podido nunca confirmar tal idea. En los que he estado, siempre había acción a pedir de boca.
De la misma manera, no es complicado caer en una Big Four en una planta 23 de un rascacielos muriéndote del asco haciendo Power Points y haciendo más horas que el estirado de al lado con su traje y su reloj de 3.000 euros para poder optar a tener más carga y menos tiempo libre (cosa que no he experimentado, ni pienso). O en una consultora pequeña con poco donde elegir, y siendo achuchado por el cliente y por el desalmado del jefe que solo quiere su variable. Luego, es perfectamente factible vivir feliz y aprendiendo en un cliente final, y amargado en una consultora, o viceversa. Si os dicen eso de que el cliente final es la fosilización, ni caso. Además, no se firma un pacto de sangre con nadie y el mercado laboral ofrece vías para conseguir nuevos proyectos. Simplemente el enfoque es distinto. En consultora se tiene acceso a más variedad de proyectos en general, y el enfoque es más técnico quizás, mientras que en cliente se aprende más sobre el negocio en sí (algo que se echa de menos en consultora la mayoría de las veces), y no es común que los roles en clientes finales sean más de gestor de proyectos haciendo que todo se mueva en la dirección adecuada (lo cual es un aprendizaje muy valioso también).
Estabilidad, pasta y entretenimiento
En 2017 decidí dejar la consultora en la que trabajaba, a pesar de que me encontraba bastante cómodo. Los motivos eran en primer lugar, la pasta. Solo trabajaba yo en ese momento en casa y lo que entraba, salía antes de terminar el mes, así que tomé otro rumbo para dirigirme a un «cliente final». Pongo las comillas porque resultó ser al final una de esas contrataciones en las que te quieren hacer sentir como de la casa, pero no lo eres realmente. Mi contrato venía de una empresa externa, pero luego las órdenes y sobre todo las ostias venían del cliente. Uno de esas changas, ya sabéis.
A pesar de la mencionada changa, el otro motivo de mi marcha era la estabilidad. Estar en una empresa final que está creciendo da la sensación de que muy mal se tienen que dar las cosas para un buen día quedarse sin trabajo. A pesar de que esa etapa terminó poco más de año y medio más tarde porque no me apetecía reír las gracias a mi responsable porque sí, debo reconocer que, de haber congeniado, hubiera tenido la estabilidad, la pasta y el entretenimiento. Porque, a pesar de lo que mucha gente pueda pensar, en cliente puede haber suficiente cancha para meter la nariz en todo tipo de proyectos por muchos, muchos años. Este cliente por ejemplo, estaba creciendo como la espuma y aún con la mala organización, siempre había montañas de trabajo para no caer en el aburrimiento.
A donde quiero llegar es que, contrastando el trabajo en consultora con las experiencias en cliente, no puedo dar evidencias de la mencionada fosilización que mencionaba aquel «sabio». Solo puedo afirmar que quizás el ritmo puede ser un poco menor en cliente porque normalmente hay subcontratas que se encargan del trabajo operativo, y ya se encargará la consultora de estirar las jornadas de la gente para que el trabajo salga a tiempo, pero es simplemente una generalización (porque puedo asegurar por experiencia que hay clientes donde no se para, como el mencionado antes). Solo puedo afirmar que en consultora suele haber caña siempre, y en cliente, depende. Pero lo que está claro es que en cliente se cobra mejor y muchas veces, con mejores condiciones en cuanto a horario o vacaciones. Después de todo, no existe ese chiringuito de «me pagas una tarifa y yo le pago esto a mi empleado, y me lleno los bolsillos por colocarlo en ese proyecto», lo cual provoca que entre la retención y la pasta que se lleva el gerente de turno, se escapa la pasta por ahí.
¿A dónde ir entonces?
Dios, menuda responsabilidad siento ahora mismo pensando que algún insensato tome mis palabras como algo serio. En fin, vamos a intentar poner las cosas claras, aunque siendo gallego, complicado decir algo rotundo, ya sabéis.
Se lo digo a todo el mundo, empecé en un cliente final y eso es raro. Fue además, sin saber qué iba a hacer. Allá fui a la ETT a tener una cortísima entrevista con una chica para luego ir dos veces a conocer a mi futuro jefe y a la directora financiera y ya estaba dentro, currando en un proyecto de implantación de SAP en 2007, y construyendo todo desde cero. Imagino que en una ciudad tan pequeña como en la que estaba, era un poco menos complicado conseguir entrar, y quizás quisieran a gente con la mente limpia y maleable, además de pocas pretensiones salariales.
Como digo, no es lo normal, y es verdad que aprendí bastante, partiendo de la base que no sabía nada. Sobre todo, aprendí como funciona una empresa industrial, y muchas historias técnicas interesantes. Lo común, sin embargo, es empezar como junior en una consultora, y con suerte, trabajar con alguien con experiencia de quien aprender, curtirse en batallas con interlocutores varios, tanto internos como de cliente, y coger soltura no solo en asuntos del ámbito de las tecnologías, sino del trato con los demás, que tiene un peso mucho mayor de lo que cualquiera puede imaginar.
No es por darle la razón al sabio que apuntaba que trabajar en cliente era el estancamiento definitivo, pero para empezar, lo más fácil y provechoso es meterse en una consultora. A poder ser, de tamaño medio. Nada de edificios altos ni empresas con 4 empleados. Permiten tocar muchos palos y se aprende rápido. Y si encima, cada cierto tiempo se da el salto a otra consultora para seguir aprendiendo y de paso, mejorar condiciones y aumentar la red de contactos, mejor que mejor. Porque el tema de las condiciones da para otra publicación fácilmente.
Luego ya habrá que ver lo que le gusta a cada uno. Conozco a gente de mi edad o más mayores que llevan una pila de años en el mundo del Freelance y no lo cambian por nada, y otros que prefieren crecer en vertical y pasar a puestos de gestión para llevar equipos o ganar más, saliendo de las tareas más operativas. Sobre esto, es importante tener claro que crecer hacia arriba no es la única salida. Nada de esa política de las cárnicas que dicta «hacia arriba o hacia afuera». Mejorar en conocimiento para convertirse en un especialista mejor valorado, o quedarse como líder de equipo, son opciones de lo más válidas, y va en preferencias personales. A veces parece que solo se puede trepar cuando los lugares a los que se puede llegar no son para todos los públicos…
Total, que la vena gallega ha hecho acto de presencia de principio a fin. ¿Qué voy a decir? Pues a probar de todo. No os cerréis a nada. Para tener una sensibilidad de lo que necesitamos en cada momento, solo se puede probar un poco de cada, y luego todo se verá más claro.
Nos vemos!
Deja una respuesta