Lo había prometido en este post. Dije que me metería en harina con el humo, y para eso estamos hoy aquí. El aviso para navegantes diría que si lo expuesto más abajo genera cierto malestar, quizás no veamos con los mismos ojos la manera en la que se debe atajar lo realmente práctico, sin jugar con castillos en el aire, de esos llenos de helio que se van por ahí flotando, y eso puede no gustar a todo el mundo.
Soy alguien bastante práctico, y por qué no decirlo, básico. Esto me lleva a pensar que dos y dos son cuatro, decir sí significa sí, y decir no significa no. Siempre he tenido el sentimiento de no saber suficiente sobre lo que hago, y eso me empuja a siempre buscar el porqué de las cosas, y cuando obtengo el resultado a esa consulta, quiero el porqué de lo resultante, y a veces, de manera recursiva.
Sin duda es algo poco saludable dependiendo en qué casos, pero es lo que considero una prueba clara de que no me muevo por la fe (en el terreno profesional), e intento no tirar triples cuando no sé siquiera si hay canasta allí a donde tiro la pelota. También digo que en consultoría, o en el sector de las TIC en general, es especialmente insalubre meterse en este ciclo sin fin de causalidad. Llega un momento en el que debes asumir que debajo de lo que tienes meridianamente claro, las cosas funcionan porque sí, y esto no será un problema cuando por ejemplo le expliques a un usuario cómo resolver un problema.
El mundo de la consultoría de SAP puede ser más o menos intenso, o nos podemos encontrar con clientes más o menos complicados, pero creo que sin lugar a dudas, siendo consultor de cualquier módulo, a no ser que seas un mago de la palabra, siempre va a ser necesario tener y aplicar conocimientos prácticos, o como pasa en muchos casos, será necesario leer y probar para adquirir nuevos conocimientos.
Pero, llegó un momento en mi carrera en el que mi proyecto se terminaba y me encontré en una cruce de caminos, y debía elegir uno de los dos desvíos. O aceptar una oferta de otra empresa, continuando como consultor y cobrando algo más, o seguir en mi empresa, pero asignado a un proyecto que nada tenía que ver con mi área de conocimiento. Naturalmente, elegí el segundo camino. Si no, no tendría ninguna gracia. Ese camino me llevó a un proyecto en una empresa bastante grande, comentado en este otro post, en la cual estuve bastante cerca del equipo de desarrollo, donde se hacen cosas de verdad, para después escaparme a probar suerte en una empresa de producto, y entonces fue cuando terminé por experimentar el tan presente e intangible humo.
Sinergias transversales corporativas
El título de este apartado no dice nada, lo sé. Con el humo pasa lo mismo, pero de alguna forma siniestra, hay gente que vive de él. Sé que soltando mis pensamientos sobre esta aventura laboral, alguien podría darse por aludido, o incluso ofenderse. Pero si es el caso, es que ya no congeniaba antes con esa persona, y nuestras maneras de pensar son tan distintas que dudo mucho que quiera algún día estar de acuerdo con ellos. Lo único que creo que pueda pasar es que algún excompañero en ese proyecto con el que sí me entendía, me lea y se ría.
Llegué a este nuevo proyecto motivado por dos cosas. Una de ellas era que había estado, como comenté, trabajando en el desarrollo de una herramienta dentro de un cliente grande, y la verdad es que la mecánica de trabajar con un backlog, desarrolladores, diseñadores e ingenieros, ayudando a probar la solución y priorizando tareas, era un tema interesante. Pero solo la mecánica, porque en ese proyecto, el cliente no apostaba por la herramienta que estábamos creando, y eso implicaba un poco gratificante trabajo de venta a puerta fría.
La otra era, sencillamente, que quería escapar de donde estaba. No me acababa de convencer estar empleado por una empresa y ser dirigido constantemente por el cliente directamente y en un equipo formado por un popurrí de subcontratas. Además, a donde iría, me pagaban mejor. Así que decidí aprovechar esa experiencia para meterme de nuevo en terreno inhóspito, dentro de la carrera de Product Management.
Puse todas mis ganas cuando en LinkedIn me apunté a la oferta de empleo, pasé las entrevistas con «People», que son los recursos humanos de siempre, un par de Product Managers, y el que sería el responsable del área de producto en la compañía. Esta última, una de las mejores y más entretenidas entrevistas que he tenido. Nada de rollos técnicos. Fue como tomarse unas cañas. Un saludo, Carlos.
Total, que hubo oferta, y para dentro. Allí estaba yo en el tan popular mundo de Producto, y conociéndome, no iba solamente a seguir instrucciones, sino que me puse a investigar por mi cuenta lo que debería ser el Product Management. Por supuesto, con mi visión práctica del mundo, esa en la que las cosas son tangibles. O al menos, todo lo tangible que puede ser, ya nos entendemos.
Me pillé algún libro, me leí un montón de blogs al respecto, y me hice una idea mental de qué trataba el tema. Teníamos una aplicación con módulos y una cartera de clientes activos, además de los potenciales. Todo era un trabajo conjunto entre ventas, los gestores de clientes, marketing, y toda el área de desarrollo y diseño, entre otros, de manera que se pudiese desarrollar lo más valioso para la mayoría de clientes, siempre respetando que la herramienta fuese lo más estándar posible y no meternos a hacer ñapas a medida. Esto, por supuesto, no era así en la práctica, pero no es el tema que quiero tocar hoy.
En lo que a mí respectaba, era mi primer trabajo como Product Manager, e intenté por todos los medios desmentir la visión que, nuevamente, Pantomima Full, da sobre las startups. Aunque viendo lo que pasaba con los consultores… había margen de duda. Trabajábamos en squads, en los que estábamos todos los actores necesarios para desarrollar una parte del producto y debíamos sacar al final de cada sprint algo que diese valor a nuestro producto. Aparte de este trabajo con el equipo, estaba el trabajo con los otros Product Managers, y con la capa directiva de la empresa en algunos casos, que era, sin duda, la parte más alienante. En este punto fue cuando experimenté en mis carnes la frustración de tener que vender infructuosamente ideas caras en PowerPoint.
Si has llegado hasta aquí, y me dejas que te envíe cosas al correo de vez en cuando, déjamelo aquí. Te puedes dar de baja con un click
Visión borrosa
Una de las tareas que sí sabía que debía llevar a cabo como PM era la creación de una visión de Producto. La visión sería un poco la versión extendida de la declaración de misión y visión de cualquier funcionalidad, pero de una manera algo más extendida. Según la gente que escribe libros sobre el tema, o pone entradas en blogs dedicados a Producto, la visión es un documento que debe expresar sobre un producto, en resumidas cuentas, el valor que aporta, a quién va dirigido, estar centrado en el cliente, y detallando sus funcionalidades, además de una pequeña versión del Roadmap. Así, todos los departamentos que van a tener que trabajar con el producto en cuestión, o venderlo a clientes, sepan lo que hay y lo que habrá.
Realmente estoy convencido de que, bien hecho, es algo muy útil. Pero en este caso, me embarqué en la agobiante aventura de crear un PowerPoint infernal, el cual debía exponer, y cuidando cada palabra que salía por mi boca, porque debía complacer a todo el mundo. Hubo varias iteraciones, y durante el período de tiempo en el que no hacía otra cosa que moverme en diapositivas para pintar un futuro incierto y difícilmente alcanzable, la calidad de los desarrollos con los que contábamos, seguía igual que cuando había entrado en la empresa, y me sentía como cuando juego con mi hijo pequeño y le doy un dinero imaginario para que me venda unas frutas de plástico.
Casi me olvido. Había unos tensos seguimientos semanales que funcionaban como un pelotón de fusilamiento, al que le importaba poco que se fuera a crear algo de valor. Lo importante era vender a los que tenían el rifle en sus manos una idea, y que comprasen. Incluso, en alguna ocasión, cierta persona nos recordaba el coste de la reunión para, ya sabes, hacer amigos. Somos tantos de la capa directiva, tantos ingenieros, o PM, a tanto la hora… pues nos sale la sesión a tantos euros. Ver para creer.
Por aquel entonces, no podía viajar por temas familiares, pero cada dos por tres, en la oficina había eventos para comer, beber, y vender ideas internamente, que resultaban en otros PowerPoint con otras visiones de otros módulos o de la compañía. Me gustaría comprobar si a día de hoy, algo de lo allí planteado, se ha cumplido. Eso si queda gente para hacerlo, porque fue bastante revelador ver que, durante una temporada, personas que consideraba prácticas de verdad, y se querían dedicar a trabajar con el equipo y desarrollar cosas interesantes y útiles, iban desapareciendo de la empresa. En serio, cuando la gente que piensa parecido a uno mismo desaparece, es un muy mal augurio.
Hubo cambios en la empresa, además de que se había perdido financiación y clientes. Eso hace que, como ya no caen vacas al río, las pirañas empiezan a comerse entre sí. El responsable del área de producto, por quien puedo decir que entré a trabajar allí, y quien era alguien inspirador, hacía tiempo que ya no estaba en esa posición. Nada de lo que leía en libros concordaba con lo que allí hacíamos, y aun así, me esforzaba por crear el PowerPoint definitivo que complaciese a la plana mayor para, de una maldita vez, ponerme a trabajar en cosas de verdad. Pero eso no sucedió.
Al día siguiente del segundo intento de evangelizar a gente que de antemano había decidido mi destino, me pusieron a hacer otras cosas más prácticas, pero que le importaba a todo el mundo un huevo, pero donde estaba razonablemente a gusto porque me acompañaba gente con un sentido práctico. De igual manera, todo se terminó poco tiempo después.
Vuelta al redil
Una buena mañana de miércoles, hubo un sospechoso cambio de horario en una reunión con mi Manager, y sucedió lo que por justicia debía suceder. Me largaron fulminantemente, como a muchos a principios de año, y a otros tantos después de mí. Estuvo genial, la verdad. Pasé de estar convencido de que trabajaría una jornada normal, a verme a las 9:30 sin nada que hacer. Ni acceso a mis cuentas de la empresa tenía, así que cerré el portátil, y me marché al parque a desempeñar labores de papá y a ver el mar. A respirar satisfecho de que aunque tenía ilusión por hacer mi carrera en producto, aquello no era para mí.
Me estaba perdiendo a mí mismo. Intenté convertirme en algo que en el fondo detestaba. Había pasado momentos angustiosos tratando de satisfacer a tiburones con un plato decente cuando en realidad lo que querían era sangre. Tampoco es que me arrepienta. Me pusieron un portátil muy guapo que les compré a mitad de precio tras casi año y medio de uso, sabiendo que lo estrené y cuidé yo. Ahora por fin tengo un portátil, y encima bueno. También me quedé con contactos de gente interesante, como siempre. Además, siendo justos, aprendí cosas de Producto, que no deja de ser una carrera interesante, siempre y cuando esté bien planteada.
Cuando todo pasó, y en retrospectiva, me percaté de que había pasado una larga temporada vendiendo humo caro internamente a gente que me iba a crucificar igualmente, porque pretendí ir con una mentalidad práctica al lugar donde esa mentalidad no tiene valor. No voy a juzgar a todas las empresas de producto, porque sería injusto. Creo que las hay buenas, y puede que en algunas tuviese futuro, pero puede que nunca llegue a averiguarlo.
Decidí en ese momento tomarme un descanso, que pocas veces se puede hacer. Tenía el mes pagado, mi generosa indemnización, y el paro por pedir, así que ese verano fue solo para hacer cosas de papás. Si alguien piensa que eso significó tirarme a la bartola por el hecho de no trabajar, está muy equivocado. Pero fue un verano estupendo porque me permitió reflexionar y darme cuenta de que aunque a lo mejor hay algo por ahí que me llena más que la consultoría en SAP, tengo una experiencia que no debía tirar por la borda, y además hay todavía mucha demanda. Prueba de ello es que, sin buscar, encontré mi actual trabajo. Y es un trabajo que tiene sus cosillas, como ya conté en otro post, pero suele ser un trabajo en el que se hacen cosas de verdad. Por lo menos en un puesto como el mío.
Lo que sí tengo claro es que trataré por todos los medios de no verme en otra situación en la que intente convencer a nadie con dibujos en un PowerPoint de funcionalidades, capacidades, deadlines, milestones o visiones borrosas de un producto a años vista solo porque se pueda vender a clientes antes siquiera de haber picado una línea de código. Eso es el verdadero humo caro para mí. Como he dicho, puede que esté equivocado, pero mi mente simple solo se siente cómoda con lo tangible. Lo siento si he herido sensibilidades.
¡Hasta la próxima!
Deja una respuesta