Nunca se había retratado tan bien el lado más oscuro y vergonzoso de la consultoría hasta que hace unos años Pantomima Full sacó su corto «Consultor«. Lo podéis ver aquí primero para que os pongáis en situación. Recuerdo haberlo visto unas cuantas veces, y enviárselo a compañeros con los que tenía confianza y quienes sabía que se partirían como yo al verlo. Sé de lo que hablo porque llevo muchos años navegando por estas aguas, y he podido moverme un buen puñado de veces entre proyectos, clientes y equipos de trabajo. Incluso he salido de la consultoría de SAP para irme a probar otras disciplinas, pero todas ellas siempre dentro del mundo de las tecnologías de la información, donde se dan las circunstancias perfectas para la aparición de figuras como las que retrata Rober Bodegas en el vídeo de antes.
Creo que hay bastante incertidumbre, sobre todo para quien no se dedique a esto, acerca de lo que realmente hace un consultor. No recuerdo dónde escuché que si un auditor te dice lo que estás haciendo mal, un consultor dice cómo hacer las cosas bien. Es una definición bastante acertada, diría. En el fondo, un consultor no deja de ser un especialista en algo, que participa en proyectos donde aporta sus conocimientos sobre el área específica de su conocimiento a distintos clientes. Suena bastante genérico, porque lo es en realidad. De hecho, las personas mayores que viven en su pueblo, pueden ser consultores de cómo sembrar patatas o hacer la vendimia. Pero a pesar de haber estado siempre dentro del mundo de la tecnología, la consultoría se extiende a cualquier sector: inmobiliario, financiero, trading, de negocio, o cualquier sector que nos imaginemos.
Particularmente, me gusta más la palabra «especialista»; queda algo más específico. Y siendo específico, en mi caso, me dedico a participar en proyectos de implantación o mantenimiento de una instalación de SAP ERP en empresas que lo utilizan para gestionar todas sus áreas. Y como es una herramienta muy compleja, y, por lo tanto, cara, solo las empresas grandes lo usan. Siendo aún más específico, en mi caso me dedico al área de producción y de compras, que en sí son mundos ya suficientemente grandes. Pero cualquiera se podría especializar en el área financiera, recursos humanos, ventas, calidad o mantenimiento, entre otras. Por eso siempre me dedico a trabajar con empresas del sector industrial, donde la logística es parte de sus procesos principales. Un poco el resumen de lo que hago es, conocer cómo trabaja el cliente, para luego adaptar el sistema a sus necesidades, claro está, junto con un equipo de personas con las que trabajo, ya sean funcionales como yo, o técnicas. Suele ser un trabajo interesante porque uno termina aprendiendo como funcionan distintas empresas de distintos sectores, y aunque suele haber mucho trabajo, rara vez uno se aburre. De lo que sí me puedo llegar a aburrir es de la manera que se entienden los proyectos, y de cómo están gestionados, y todo esto al final, como es lógico, viene de las personas que manejan en cotarro. De esto vamos a hablar hoy. De cómo, al menos en el sector de la consultoría, se ha implantado una forma de hacer las cosas bastante común en todas las tecnológicas, probablemente influenciada por la cultura de empresas americanas, de la que a veces parece que solo cogemos algunas palabras en inglés, y nos olvidamos de todo lo demás, dando lugar a estas figuras que trabajan en edificios altos, tienen una «call» con un cliente, y en algunos casos, cobran en promesas.
Edificios altos y bajos
He tenido la suerte de acabar por dedicarme a la consultoría dentro de SAP por varios motivos. Uno de ellos es que trabajo no falta, y hay una alta necesidad de personal con conocimiento en este momento. Por eso, llevando unos cuantos años ya en esto, es frecuente recibir correos electrónicos, mensajes por LinkedIn o llamadas. Esto me ha permitido tener un buen montón de conversaciones con todo tipo de empresas, al menos para escuchar lo que querían ofrecer y ver qué se cocía en el sector. Por lo general, y simplificando todo mucho, he encontrado dos tipos de empresas. Las que suenan como el vídeo del consultor, y las que no, y tengo una pequeña anécdota que lo ejemplifica bastante bien.
A finales de 2016 anduve metido en un proceso de selección para una empresa del sector de la alimentación, en concreto, Hijos de Rivera. No me importa decirlo porque, realmente, esto que voy a contar no tiene nada que ver con el proyecto en sí, sino más bien en el proceso de contratación. Por lo que fuera, no podía ser contratado directamente por el cliente, y me uniría a través de una empresa intermediaria, así que negocié con el cliente las condiciones y entonces me comentaron que como trabajaban con unos cuantos proveedores a través de los cuales se podría formalizar el contrato, podría elegir, y me pusieron dos sobre la mesa. Realmente no habría diferencia en cuanto a lo que entraría en mi cuenta a fin de mes. Lo que podría variar es lo que la empresa que hubiese seleccionado me pudiese ofrecer en materia de acceso a formación, por poner un ejemplo. Las responsabilidades, horarios y todo lo referente al día a día, sería cosa del cliente final, así que, dado que no estaba especialmente interesado en formaciones o certificaciones, creí que lo que determinaría que me decidiese por un proveedor u otro sería la afinidad que tuviese con ellos. Con esto, me pasaron los teléfonos de las dos personas de contacto de ambos proveedores para que me contasen la película y entonces le diría al cliente cuál había elegido, y la cosa fue así:
Como dato previo, mencionar que para este proyecto me mudaría de ciudad. En aquel entonces vivía en Vigo y nos iríamos a vivir a Coruña, y dado que el cliente requería que sus proveedores tuviesen una oficina cerca de ellos (recordemos que esto fue antes de la pandemia), ambos tendrían oficina en A Coruña.
Proveedor 1: Hola, ¿qué tal?, muy buenas, somos una empresa tecnológica con X años de antigüedad, este número de empleados en N países, tantos proyectos internacionales, tenemos un plan de carrera en el que podrás acceder a formaciones, llegar a promocionar, etcétera. Un discurso que había escuchado ya bastantes veces, lo cual me confirmaba lo que ya sabía, que este proveedor era grande, y aunque suene mal decirlo, cuando eso pasa, se evapora esa cercanía que todavía tienen las empresas pequeñas. No lo critico, es algo totalmente normal. Las compañías crecen, los departamentos son enormes y bueno, se acaba diseñando un discurso bastante estándar. El trato muy bueno, por si había duda.
Proveedor 2: Después de los saludos, en vez de comentar las bondades y la dimensión de la empresa, va la chica y me dice que mejor nos conocemos en persona, charlamos, y nos tomamos algo. Así que la misma chica de recursos humanos, con el jefe de proyecto y de área se cogen un coche y se hacen más de hora y media de coche. Quedamos en un centro comercial que había al lado de mi casa y nos tomamos unas cañas. Los tíos muy majos todos. Me explicaron que eran una empresa de Zaragoza que empezó especializándose en temas relacionados con equipamiento médico, y acabó evolucionando a una empresa tecnológica, y en Coruña tenían una pequeña oficina. Me comentaron, eso sí, los proyectos en los que estaban metidos desde una tablet, pero vamos, nada de palabros innecesarios en inglés, y todo muy campechano. Les agradecí sinceramente el detalle de venir a conocerme en persona e invitarme a una cerveza.
Quien me conozca un poco, sabrá de sobra cuál fue mi elección. Cualquiera de los dos proveedores solo se dedicaría a pagarme la nómina y llevarse un porcentaje por los servicios, cuando mi iteración con ellos sería probablemente mínima. El ganador fue el proveedor número 2. Las empresas grandes ya tienen una facturación brutal y pensé que sería mejor ayudar de alguna manera a una más pequeña. De paso, como esta empresa tenía a otros equipos en el mismo cliente presencialmente, el jefe de proyecto se pasaba por allí recurrentemente, y aprovechábamos para charlar de paso que se reunía con el cliente para debatir temas varios. En ese sentido, conseguí cierta cercanía, eincluso alguna vez me pasé por las oficinas a conocer a otra gente igualmente maja.
Vuelvo a repetir que en este caso en particular, tomé esa decisión por conseguir un poco de cercanía y dadas las circunstancias del proyecto. Ahora mismo trabajo para una consultora IT más grande, donde estoy contento principalmente porque la gente con la que trato es agradable y eso ya es suficiente para mí. Como siempre, depende donde caigas y con quién te relaciones.
Contratos tarifa plana
El título de este post, «La consultoría no es así», viene motivado por una frase que ya he escuchado unas cuantas veces, que es precisamente lo contrario, y que a veces viene a ser el as que mata al tres, el comodín que justifica todo lo que se pide en un proyecto de consultoría. Decir que «la consultoría es así» parece ser equivalente a decir «esto es así porque lo dice la profe y punto». Y la cosa no es así.
Uno de los inconvenientes que tiene trabaja con lo intangible es que no es sencillo medir lo que produces (o que se puede simular producir mucho cuando no es así), y que quien reparte las cartas tampoco regula en ocasiones si las cartas repartidas son muchas o pocas. Los proyectos específicamente relacionados con implantaciones o mantenimientos, pero sobre todo implantaciones de SAP, es que hay una cantidad de trabajo brutal, y demasiados actores por ahí dispersos y tomando decisiones sobre lo que hay que hacer y para cuándo. Siempre puede haber imprevistos, y en estos casos toca achuchar sin duda. Luego siempre vienen períodos en los que se pueden hacer las cosas con algo más de calma. Pero otras veces no se comunica algo a tiempo por cualquiera de las partes, y uno se encuentra con que hay que estirar la jornada a última hora por la tarde, o los fines de semana, o incluso de noche. Creo que esto es inevitable alguna que otra vez, son proyectos complejos y no diré que si fuese quien toma las decisiones lo haría a la perfección, porque mentiría.
Ahora bien, si hay que hacer un sobreesfuerzo, éste se debe compensar si o si. Será que no tengo ya 20 años, pero ahora mismo aprecio mucho mi tiempo. Hace no mucho,tuvimos un apuro en el que nos encontramos con que había una carga de trabajo motivada por unas formaciones que el cliente tenía que dar, y teníamos que facilitar ciertos datos creados en el sistema. Pues nada, una faena, pero se hace. Eso sí, me informé en mi empresa de cómo hay que proceder cuando hay trabajos fuera de horario, en lo cual mi responsable me ayudó a aclarar, y notifiqué las horas empleadas para luego compensarlas. Una compañera mía se vio en la misma situación, pero quien debía facilitar los procedimientos para notificar las horas trabajadas a mayores, va y le suelta que de eso nada, que el proyecto no admite que se notifiquen más de 8 horas, y que se olvide de reclamar nada porque la consultoría es así.
Siento parecer picajoso pero, si tomamos esto como lo normal, luego no podemos ir por ahí quejándonos de que se nos explota, en un sector en el que no nos podemos quejar de que no haya trabajo, pero que tendríamos que intentar hacer lo más ameno posible. Formar a la gente lleva tiempo y esfuerzo, tengan o no experiencia, pero, desde mi propia experiencia, he visto ya muchas veces como se estira a la gente sin miramientos hasta que, o bien, la persona se acomoda y sigue poniendo huevos para su consultora, o se aburre y se va a otra. Luego entra nueva gente que no tiene conocimiento del proyecto, y vuelta a empezar. A dedicar tiempo para enseñar a los nuevos, que tardan un par de meses en estar medianamente a punto para desenvolverse con soltura.
Muchas veces da la sensación de que firmamos un contrato donde todo viene muy bien detallado, para que luego todo se distorsione sin miramientos. Las 40 horas a veces serán 45 o 50, y otras veces serán 35. Este tipo de trabajos son así. Un día tienes reuniones o empiezas cosas y parece que nada se mueve, y otro parece que todo encaja a la primera y avanzas a la velocidad del rayo. Lo que no puede ser es pensar que existe algún tipo de tarifa plana porque ya sabes, la consultoría es así.
Conclusiones
A pesar de que por dos ocasiones haya renegado de la consultoría, de lo cual no me arrepiento, porque he podido aprender cosas nuevas y conocer a gente interesante, definitivamente creo que es lo que debo hacer. Es un trabajo que me permite hacer un trabajo real resolviendo problemas a los clientes, dando formaciones o, si se tercia, meterme a migrar datos, sin estar metido en esa capa de gestión a donde muchos son atraídos con la esperanza de ser alguien importante, pero donde vuelan cuchillos en todas direcciones, y donde no tengo que programar (se me da fatal). Esa capa no es para mí por el momento, pero de quien trabaja ahí depende en gran medida poner un poco de orden y crear un ambiente positivo en este sector, por muy alto que sea el edificio del que vengan.
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