Hace poco hablaba sobre este asunto con mi compañero Cristian. No exactamente de la ilusión de conciliación que se vivimos en España, pero sí de las consecuencias que experimentamos todos los que osamos contribuir a la perpetuación de nuestra especie y al mismo tiempo tratar de sustentarnos económicamente. Esas consecuencias, vienen a resumirse en estar siempre con la lengua fuera, sin llegar a nada, sin a veces disponer de tiempo para hablar con tu pareja (y menos con colegas), y tratando de rendir en una empresa que en la mayoría de los casos no va a entender que hay cosas más importantes afuera que la reunión de turno con el cliente.
Digo esto último pensando en un responsable muy rancio que tuve una vez. Al tío solo le importaba que su equipo de consultores fuesen unos fieras debugueando y picando código, algo que tampoco tendría que ser necesario en un consultor funcional, pero él era así (y supongo que lo sigue siendo dondequiera que esté). Y además de eso, le importaba también que todo el mundo hiciese riguroso acto de presencia, cronómetro en mano, en cliente, a pesar de que al propio cliente le daba igual que un día cualquiera atendiésemos lo que fuese desde casa.
Como era de esperar, su rancia mentalidad le impedía ciertas flexibilidades propias de las tecnologías del siglo XXI. Lo que no le gustaba era que alguien recibiese una llamada de la guardería porque el chaval tenía fiebre y se encontraba como el culo, y su padre (en ese caso yo) tuviera que ir a por él y seguir trabajando desde casa. Las dos veces que me vi en esa situación, todo fueron caras largas y comentarios del estilo «los niños antes eran más duros» o cosas del estilo. Supongo que a él lo habrían abandonado sus padres de pequeño en medio del monte durante una semana teniendo éste que defenderse de los lobos y del frío de la noche, porque no se me ocurre que su magnética personalidad se hubiese forjado de otra manera. Por su puesto, no tenía hijos ni intención de entender a los que sí teníamos.
No interesa
Está claro que cualquier país que se precie, si está interesado en aumentar su población, aportando nuevos contribuyentes de las arcas públicas, esto es, tener a más ciudadanos a los que exprimir, lo lógico es que las cosas se planteen de manera sencilla para las familias. Sin embargo, y esto no debería ser algo que desanime a quienes tengan planes de descendencia, no parece que nadie que esté a los mandos le interese lo más mínimo que la gente haga lo que en la década de los 80, por poner un ejemplo, que es tener dos o tres hijos y a correr.
Las cosas han cambiado desde entonces. No solo la gente en general es más cómoda y diría que egoísta, sino que los números no salen por varios motivos. El más evidente es el tema de las semanas de permiso. Dieciséis para cada progenitor no son suficientes. Ni alternando entre uno y otro (cuando se puede hacer) tiene sentido. Con poco más de seis meses, al chaval lo mandas a la guardería, cuando no sabe ni hablar ni caminar. O eso, o tiras de comodines como la mamá, el papá o los abuelos, porque si tienes la mala suerte de currar para una empresa que considere que el compromiso es dedicar tu vida a la empresa aunque eso implique no atender a tus retoños, pues hablando mal, estás jodido si quieres seguir siendo parte de la compañía y bien considerado por tus superiores.
La cosa no queda ahí. Después de superar el duro primer año de alguna manera, está la guarde, el cole y toda esa vaina. Y ahí también hay a quien le parece mal que alguien se tenga que ir al colegio a dejar o a recoger a los chavales. Nunca se dirá abiertamente, por supuesto. Estaría socialmente mal visto, pero de manera sutil, ya el empleado no recibe tantas galletas para perros por buen comportamiento, y puede que alguna oportunidad se cierre, así como quien no quiere la cosa. Incluso, y no daré nombres porque a buen entendedor, a pocas palabras bastan, he sabido de entrevistas de trabajo en las que de manera sutil, se intentaba saber si la persona en cuestión tenía pensado pasar por esa cosa latosa de tener hijos. Ojo con eso.
Total, que no le interesa al estado, y a muchas compañías le da por saco, e incluso lo consideran un estorbo porque solo quieren fieles soldados que pueden si acaso pasar por las estrictas semanas obligatorias de permiso, pero luego, a dar el callo y a recuperar el tiempo perdido. En el mismo lugar en el que el entrevistador trataba de saber acerca de los planes familiares del entrevistado, he visto también a alguno que en las primeras semanas obligatorias de permiso se conectaba a reuniones, mandaba correos, y aunque en la sombra, seguía moviendo cosas en vez de atender a lo que debería. Gente como esta no nos hace ningún favor a nadie, y si fuera tú, no me fiaría de alguien que hace tal cosa. Ni de la empresa para la que trabaja. Si quieres saber más pues me escribes un correo y te lo digo.
Sí se puede
Se puede, si, pero (y es un gran pero) no sin mucho esfuerzo. Como a mí, a mucha gente le habrá pasado que se encontró con sus retoños y su curro, cada uno en un lado de la balanza, y poniendo pequeños pesos aquí y allá para evitar que todo se desmoronase. Nosotros no optamos por guarde a los seis meses, y eso significó que por una temporada larga, solo uno de los dos trabajaba en casa. Claro, con eso, ya no es como en los 80, antes mencionados, en los que se podía vivir con cierta dignidad con un salario. Hoy, a no ser que cagues billetes, complicado salir airoso de la crianza en el plano financiero. La cosa va justa, y puedo afirmar que en ese escenario, el sueldo que entra es exclusivamente para no vivir en la puñetera calle, pero nada más.
La buena nueva es que todo es transitorio. Solo hay que asumir que hubo una temporada en la que nuestros padres se apretaban el cinturón (los que tenían cabeza), y aunque podíamos meternos en un coche sin aire acondicionado y sin cinturones de seguridad para ir unos días a la playa a desconectar sin gastar excesivamente, luego no había la necesidad de pagar un internet, media docena de plataformas de streaming, comprar todo tipo de chorradas, o todo lo que hoy se considera normal hoy. No es sencillo pero quizás, saber que no hay tiempo para gastar el dinero ayude a no agobiarse, aunque eso es más sencillo decirlo que hacerlo.
Después de esa etapa en la que estamos en el fango en el fondo del pozo, la tapa se abre, entra la luz y un día, después de mucho trepar, se puede salir. Ahí estoy yo ahora mismo, respirando un poco de aire, pero con medio cuerpo todavía dentro, no nos vengamos muy arriba
A donde quiero llegar con todo esta interesantísima disertación es a que no creo que merezca la pena poner por delante nuestra reputación en la empresa si eso va a suponer ser negligente con asuntos personales. El universo es enorme y la tierra es bastante extensa también, y siempre hay la posibilidad de moverse, como recuerdo cada dos por tres. Por supuesto, hay que identificar cuando las palabras bonitas de conciliación se traducen en medidas reales, y asumir que por un tiempo será complicado crecer, porque mantenerse durante la etapa de los enanos es ya suficientemente complicado. Lo que se puede hacer también, aunque sea un poco hardcore, y no siempre es factible, es irse a un país donde las medidas conciliadoras a nivel estatal sean más justas, y donde se reciban complementos para completar salarios y así poder trabajar a tiempo parcial, pero eso ya es más un tema de mentalidad, y la mentalidad es algo muy complicado de modelar. Por suerte para Cristian y para mi, curramos en un sitio ahora mismo en el que el conciliar no es una preocupación.
Venga, que me estoy pasando ya. Si vas a tener familia, mi recomendación de corazón es que no te acobardes, porque compensa, pero habrá una temporada en la que el glamour baje a niveles muy elementales. Cada etapa es para una cosa, y tener familia significa que la entropía se descontrola, y si vives en España, complicado que el estado te vaya a poner todo fácil, pero llega un punto, con un poco de paciencia, en el que (exagerando un poco) podrás volver salir a la calle con tu jersey sin manchas de las que ni eras consciente, comer o cenar por ahí, e incluso ver pelis. Como siempre, lo bueno nunca es un camino de rosas, y después de la no-conciliación, o acabas loco, o sales reforzado. No estoy seguro de cuál es mi caso ahora mismo…





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