Siempre digo que de toda mi etapa académica, incluida la universidad y postgrados, si hago memoria de lo que aprendí, y que a día de hoy permanece en mi cabeza, solo me vienen a la mente un puñado de frases. No puedo afirmar que haya aprendido habilidades técnicas que ponga en práctica a diario y las cuales agradezco de haber adquirido, y sin las cuales nunca hubiese llegado a donde estoy ahora. Pero como no todo en la vida son aspectos técnicos, y cada vez estoy más convencido de que casi todo lo que hay que tener para que las cosas vayan bien están fuera de este ámbito, cada vez, todas esas ideas o afirmaciones que han caído en el cajón de «ideas importantes» cobran más relevancia.
Tras acabar la carrera, no sin esfuerzo, y habiendo tardado más tiempo del esperado, decidí meterme a hacer un máster en dirección y gestión de PYMES. Éramos un pequeño puñado de alumnos, en su mayoría de empresariales que querían dar un punto extra a su carrera, y por otro lado, la que hoy es mi mujer, y yo, que veníamos de hacer Ingeniería Informática de Gestión. El máster duró todo un año y era en el fondo como coger la carrera de administración de empresas y comprimirla muchísimo en dos sesiones por semana, una de ellas el sábado por la mañana. Tenía varias partes, y en una de ellas, cada semana venía un ponente a hablarnos de algo en concreto. Que si marketing, que si internacionalización, comercio exterior, o lo que fuese.
Una semana apareció un tío, que tengo que confesar que no recuerdo el tema de su disertación, pero sí recuerdo que aparcó su Mercedes descapotable delante de la facultad de empresariales, donde asistíamos al máster. Era más bien bajo, y bastante elocuente hablando. Sin ser alguien que considerase arrogante, pero echado p’alante. En cierto momento nos soltó la frase que da título a este post, y que en casa repetimos cada dos por tres cuando vemos casos de gente que hace cosas notorias y todo es gente alrededor poniéndolo a parir.
Está en nuestro ADN
No sabría explicarlo aportando pruebas, pero hay algo en el consciente colectivo español, y probablemente de muchos otros países próximos que nos lleva a ponérselo complicado a quien levanta la cabeza por encima de la multitud. En proyectos he visto competencias insanas y he visto cómo se le hacía la cama a quien lideraba un departamento o área porque alguna piraña hambrienta se esmeró lo suficiente para desbancar a quien justa o injustamente ostentaba una posición de responsabilidad.
Nos encanta tener nuestras ambiciones y esperar alcanzarlas sin mover un dedo, o que nos toque la lotería y al mismo tiempo pensar que los que lo tienen todo no lo merecen, o que lo han robado, o se lo ha dado su papaíto, o que comercia con sustancias al margen de la ley…
Si, en general somos envidiosos. El penúltimo pecado capital es poderoso en el ADN ibérico. Y eso que en general creo que los españoles somos buena gente, pero al mismo tiempo no soportamos que al de al lado le vaya mejor. Si lo ha heredado, mira ese, o esa, que no ha dado un palo al agua y sin venir a cuento, zas, la cuenta rebosante. Si es alguien que aparentemente se ha hecho a sí mismo, la tendencia es pensar que ha hecho cosas turbias para llegar a donde está. Y parte de todo esto lo pienso en ciertos contextos.
Normalmente creo que alguien con un puesto de responsabilidad en una empresa en España, está ahí no porque haya empezado conociendo las bases del negocio, haya demostrado aptitudes y evolucionando poco a poco hacia tareas más de gestión, y de ahí a liderar equipos. Suelo pensar que todo ha sido a base de hacer horas innecesarias, reír comentarios de la persona adecuada, unos partiditos de pádel o de golf y todo hecho. Nada que ver con los méritos ni nada de lo que nos hayan enseñado nuestros padres de pequeños. Sin embargo, señoría, diré en mi defensa ante tal confesión, que si creo esto dentro del ámbito profesional es porque he lidiado con varias personas que claramente no tenían idea de tratar con gente ni de lo que se cocía en niveles inferiores, y con ese percal, solo se me ocurre que o bien han sabido rascar espaldas, o han maquillado su CV de una manera espectacular.
Lo que quiero decir es que somos avariciosos, y eso nos lleva a siempre querer más y a cuestionar los métodos o la ausencia de los mismos, que han llevado a otros al aparente éxito. Como si fuese necesario un método que ni sabemos cuál es, para poder triunfar de una manera honrada al 100%. También diré que, aún siendo un pelota y un trepa, hasta para llegar a triunfar hay que tener talento. Otro tipo de talento al menos.
Hace poco, estaba viendo la tele mientras terminaba de comer y como el tema de las elecciones en EEUU está fresco, pues salían imágenes de Trump apoyado por Elon Musk. Me alucina que siempre que sacan imágenes de cualquiera de los dos, salen haciendo el típico bailecito ridículo, claramente con la intención de decir: «Mira que dos pirados van a decidir el destino del mundo. Deberíamos estar acojonados». De paso, todo tendrá connotaciones políticas, y depende de cómo a la derecha o izquierda esté en canal de TV, las imágenes ridículas serán más o menos, pero en eso no me meto porque no me gusta la política. A lo que voy es que, por muy excéntricos que sean esos dos, ya me gustaría a mi tener su cabeza, y su cuenta bancaria, pero solo eso. Nadie en los medios de siempre ha dicho algo como «Quizás sea buena idea que alguien que ha hecho cosas en su vida y ha llegado lejos dirija un país». De paso, tiene toda la pasta del mundo y llenarse los bolsillos no será su prioridad.
La verdad escuece
No hace falta irse al otro lado del charco para darnos cuenta de que quien triunfa cae mal. Muy mal. Y ya no hablamos de quien le toca la lotería, estrena su superdeportivo, o consigue ese ascenso que tanto tiempo llevábamos anhelando.
Me refiero a triunfar en el sentido de perseguir la verdad y tratar de poner un poco de cordura en este macro-rebaño en el que parecemos movernos, y el cual tiene una serie de discursos pre-establecidos que se deben dar por sentados como palabra divina, y si no es el caso, mal.
Hablo de alguien a quien llevo mucho tiempo siguiendo, y no es otro que Iker Jiménez. Siempre ha sido considerado el raro ese de los ovnis y los espíritus, temas que personalmente me parecen muy interesantes. A pesar de no tocar temas más mundanos, todo lo que ha hecho ha sido con pasión y con toda la posible seriedad posible. Lo que está claro para mi es que es un excelente periodista, pero lo mejor de todo es que se la sopla todo lo que no está escrito. Y eso es lo que escuece de verdad.
Con todo este tema de la dana en Valencia, ahora que está reciente, se formó un follón bastante majo. Como a este hombre le encanta meterse en cualquier jardín, esto no iba a ser menos, y desde el minuto cero, se personó en donde parecía un pueblo fantasma por el que hubiese pasado Godzilla, y donde nadie salvo voluntarios y algunos medios estaban arrimando el hombro para ayudar a quienes estaban encerrados en sus casas. Pues el caso es que Iker, a título personal y en X, puso un mensaje cuya fuente era la misma que la que tuvieron muchos otros medios y que sugería que en el centro comercial había, de hecho, víctimas. Parece ser que esa fuente no era fiable finalmente, y donde otros medios borraban sus publicaciones sensacionalistas como ratas, Iker salió pidiendo disculpas. Eso que se está perdiendo.
Todo esto se usó como herramienta para que muchos medios al unísono sugiriesen que Mediaset largase a Iker a la calle, porque bueno, claramente molesta en general, y no creo que fuera específicamente por dar la misma información errónea que todo el mundo alrededor. Con el punto a favor de que al menos él, salió a dar la cara. Pues parece que no va a pasar tal cosa, porque todo sigue como estaba, y de alguna manera, los perros del régimen que ladran diciendo lo que el resto para quitarse de en medio a quien no chupa de la misma teta que ellos empiezan a quedar bastante en ridículo.
No me meteré en detalles de por qué creo que Iker no goza de la popularidad que debería tener en ciertos círculos. Puede ser porque trata de ver las cosas objetivamente y ya fuese con el tema de la dana o el Covid en su día, siempre me ha parecido que los temas que toca, los toca con pasión y con datos de verdad. Lo que quiero recalcar es algo que dijo hace poco en Youtube y en Horizonte hace poco. Dijo que no le importaría empezar de cero en caso de que todo se fuese al traste, y eso es algo que no todo el mundo puede decir. Quien dice tal cosa, estoy seguro, no le debe nada a nadie. Los que sí deben algo a otras personas, seguirán con el collar bien apretado y diciendo las mismas cosas que otros les dicen que digan bien alto y en muchos sitios a la vez.
Digo todo esto porque cada vez soy más consciente del mencionado rebaño. Esa corriente invisible que intenta arrastrarnos a todos y que hace que cada individuo dentro del grupo se sienta seguro porque va a decir lo que todos. Como cuando éramos niños y todo el mundo decía una cosa, y al llegar a nosotros, sin pensarlo demasiado, opinábamos lo mismo suponiendo que lo que todo el mundo cree es verdad. Y digo esto, también, porque creo que ir siempre con el rebaño es lo opuesto a triunfar. Es dejarse llevar por la corriente y no pensar. Esa corriente, además, está pensada para servir a intereses que están lejos de beneficiar a cada uno de los miembros del rebaño. Pero oye, se está calentito ahí.
Dijo una vez el doctor Cabrera, con quien me iría de cena sin pensarlo, que quien no tiene enemigos, no vale nada. Esa frase debería pasar a la historia. No lo digo porque me guste hacer fuego yendo al revés que la mayoría. Lo digo porque, por lo general, cuando se usa el sentido común al margen de discursos oficiales, las cosas se ponen turbias, pero es la única manera de cambiar las cosas. Y creo que Iker en cierto modo va por ese camino, y tiene todo mi reconocimiento.
Para cerrar, porque hoy me estoy pasando, decir que, aunque siga sin recordar lo que el ponente del descapotable nos vino a contar aquel sábado por la mañana, le agradezco haberme dejado esa valiosa enseñanza, que seguro que con el coche que se maneja, seguro que le caerá mal a más de uno.
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