Tiempo de lectura: 9 minutos
Escucha este artículo
0
(0)

Llevaba unas cuantas semanas dándole vueltas a la cabeza, mientras buscaba un hosting para el blog, pensando en cuál sería un buen tema para escribir el primer post. Ya que no es la primera vez que hago esto, tenía unas cuantas ideas en la recámara (que sigo teniendo) pero pienso que el primer post tiene su importancia, y debe estar enfocado en algo representativo. Y hace un par de días lo tuve claro. Es una maravilla cuando tienes algo claro, porque sabes que estás convencido al 100% de que es la opción correcta, en este caso para mí, y para alguien como yo, esa sensación no se da muchas veces. Es por eso que supe sobre qué debía escribir.

He mencionado que no es la primera vez que hago esto, refiriéndome a que mi andadura previa en esto de los blogs fue, en esencia, cafeandcake.com. Como podréis imaginar, es un blog escrito en inglés, y que estaba concebido como este mismo, un blog personal en el que plasmar ideas que se me pasan por la cabeza. Y o estaréis preguntando, con toda la razón, el porqué de hacerlo en inglés y no en mi lengua materna. Pues simplemente porque pensé que sería una buena manera de practicar el idioma y además el público que podría leerme era muy muy amplio. Con el tiempo me di cuenta de que estaba muy bien eso de practicar, pero la manera en la que coges tus pensamientos y los plasmas en un post manteniendo todo lo posible tu esencia, se hace infinitamente mejor en tu lengua materna, y el público que te puede leer es tanto o más que el que me podría leer en inglés. Todo esto viene a servir para dar un ejemplo de lo que quiero hablar hoy, aquí, para dar el pistoletazo de salida al blog: lo que significa volver a empezar.

La zona de confort

Vamos a ser honestos. Siempre es más reconfortante quedarnos en nuestra zona de seguridad. Nuestro piso de siempre, nuestro puesto de trabajo de siempre (donde ya conocemos de que pie cojea cada uno aunque no seamos muy felices), nuestra ciudad de siempre, y así con todo para lo que hacer un cambio supondría un esfuerzo. Nos encanta estar en el sofá debajo de la manta cuando hace frío y no sacar un dedo afuera. Esto último me encantaría hacerlo alguna vez un sábado, pero me temo que hasta que los chavales no crezcan suficiente, será misión imposible.

Todo esto es así porque nuestro amado cerebro se va a preocupar por nosotros y nos va a guiar siempre por el camino de mínimo esfuerzo, evitando a toda costa peligros innecesarios. Pero esto estaba muy bien cuando vivíamos en las cavernas y cualquier animal salvaje podía acabar con tu existencia en cualquier momento y, para estas tareas, nuestro cerebro funcionaba muy bien. Pero claro, se ve que el mundo entero ha evolucionado más rápido que nosotros, y ahora lo habitual es no tener que esconderte de tigres, lobos o cualquier otra criatura, y no tenemos necesidad de salir a jugarnos la vida cazando un jabalí para cenar.

La zona de confort también se alimenta de las enseñanzas que si no hemos recibido de nuestros padres, es posible que lo hayamos hecho de nuestros abuelos. Esto es, estudia mucho, lábrate un futuro, ten hijos, etc., etc. Y en concreto eso de labrarse un futuro traía de manera implícita algo que antes se podía hacer, y ahora, al menos a mí me suena a chino, y es empezar a trabajar en una empresa, esforzarte, demostrar que vales, y que la empresa lo vea y te mejore condiciones en consecuencia. Definitivamente, esto es ciencia ficción, pero sé que es porque me dedico al mundo de las tecnologías de la información, por decirlo de alguna manera. Y aquí, si te acomodas, te toman por el pito del sereno y encima te puedes olvidar de cobrar lo que te mereces. Sobre esto hablaremos en futuros post. Pero esto no solo va a suceder con el trabajo. Puedes vivir en un lugar en donde no estás cómodo, y pudiendo mudarte no lo haces porque implicaría una larga lista de cosas por hacer que con razón no apetece nada hacer. O puede que estés con alguien que no te hace feliz, pero ya tenéis amigos en común, conoces a la familia, y hasta puede que estéis pagando la hipoteca y compartáis la cuenta de Netflix, qué sé yo.

A lo mejor esto da a entender que estoy en contra de quedarnos en esa zona que ya conocemos, que nos permite empezar cada día en piloto automático y no romperse mucho la cabeza con nada. En absoluto. Conozco a gente que lleva toda la vida igual y es la mar de feliz. 20 años en la misma empresa, viviendo donde siempre, con la pareja de siempre (esto aplica a mí también, y estoy contento por eso), y todo como si el tiempo se hubiese detenido. Y en cierto modo, sobre todo en el terreno laboral, siento envidia. Ojalá pudiese entregarme a la comodidad, contentar a mis superiores y conseguir una antigüedad que me diese cierta seguridad de que a no ser que mi empresa cayese en bancarrota, seguiría teniendo mi trabajo asegurado. Pero como he dicho, en mi caso particular, eso no va a pasar.

¿Y cuál es el camino alternativo a esta vía? Pues volver a empezar.

La casilla de salida

Volver a empezar es algo que puede llegar a enganchar, y he de decir que siempre resulta gratificante. Incluso cuando el cambio te lleva a lugares poco agradables, porque sabes que ese no es el lugar donde te vas a quedar para siempre, y el siguiente reseteo puede ser más positivo. En mi caso particular, quizás gire más en torno a tema trabajo, derivado de la forma de pensar que tengo ahora. Es verdad que me he mudado 3 veces en mi vida, y no me importaría hacerlo de nuevo, cuando los niños sean más mayores. Ahora mismo tengo comprometido casi cada minuto del día.

La primera vez que me mudé fue cuando tras cerrar la infructuosa empresa que mi mujer y yo montamos en 2013, me puse a buscar trabajo de lo mío, que en aquel entonces, igual que ahora, era consultoría de SAP. Estábamos dispuestos a movernos a donde fuera, y de hecho casi acabamos en Barcelona. Pero el destino nos llevó a solo una hora de coche de nuestra ciudad natal, y terminamos viviendo en Vigo. No recuerdo que el cambio de ciudad me supusiese un trauma, la verdad. Puede que lo único importante ya estuviese conmigo y la sensación de dejar atrás a gente no me supusiese angustia. Pero al final, fue un nuevo comienzo. El piso de alquiler, eso sí, no era el mejor del mundo. Pero estaba muy bien situado, eso sí que lo hay que agradecer. Allí hicimos algún que otro amigo, también es verdad que coincidimos con gente que ya conocíamos, pero era un ambiente distinto, y entonces lo necesitaba como respirar.

En el terreno laboral, recuerdo más nerviosismo la primera vez, o incluso la segunda. Además, en mi caso, que no tengo una visión especialmente positiva de mí mismo, el cambio me suponía un verdadero dolor de cabeza. En una ocasión tuve una oferta sobre la mesa (y el papel). Llevaba casi seis años en mi trabajo, me conocía a todo el mundo y todos los entresijos del negocio. Pero me daban algo más de pasta y entonces eso es lo que quería, y casi lo único que me importaba. Me vi a mí mismo con la carta de dimisión y conduciendo a las oficinas para notificar que en quince días dejaría de trabajar para ellos. Y en medio del trayecto me paré. Había tomado la decisión de manera apresurada y había un par de puntos que no había meditado bien. Así que di media vuelta, volví a casa y llamé a los que me habían hecho oferta. Le comenté a la persona de recursos humanos lo que no me convencía, y no hubo manera de negociar. En concreto, era algo para echarse las manos a la cabeza si se piensa bien. Resulta que era un puesto de consultoría en el que naturalmente, tocaría viajar eventualmente. Pero los gastos de los viajes me los tendría que pagar yo, considerando que me daban una pequeña cantidad por día. Un despropósito vamos. Todo acabó con una llamada de un jefe de proyecto que intentó aplicar el sentido común y hacer las cosas bien, pero por lo que fuera, había agarrado un cabreo monumental y les dije educada, pero efusivamente que tenía ganas de irme con ellos. Tiempo después, mi empresa cerró y fue cuando monté la empresa y luego nos marchamos de nuestra ciudad, y para entonces, el callo del cambio estaba más o menos formado. A partir de ahí, y una vez que coges experiencia, ya no es tan problemático buscar otro proyecto, sobre todo sabiendo que en el sector de las tecnologías de la información y en particular de la mal llamada consultoría, hay tantísima oferta.

Pero no todo ha sido moverse de un proyecto a otro, o de una empresa a otra haciendo tareas similares. Eso es una manera de volver a empezar, con nuevos compañeros, clientes, jefes o políticas corporativas. También he probado lo que es, después de diez años en consultoría, meterme a hacer algo totalmente distinto, y eso sucedió a finaes de 2019, antes de que estallase la pandemia. Estaba trabajando para una consultora gallega, que quien me conozca, sabrá cuál es. Resulta que, sabiendo lo lucrativos que son los proyectos de consultoría SAP, solo tenían un proyecto, en el que estaba yo y algún que otro compañero. Insistimos en que era peligroso solo tener uno, porque si caía, nos quedábamos vendidos, y para sorpresa de nadie, sucedió. Una vez más, como cuando la empresa para la que estaba trabajando cerró, esta vez se terminaba el proyecto, pero con la diferencia de que seguía con mi contrato indefinido. Y a pesar de tener una oferta de otra empresa para seguir con lo que estaba haciendo, pero en otros proyectos, y tras haber consultado con gente en cuyo criterio confío, decidí dejarme ir y afrontar lo que me metiesen, y con estas, empecé a trabajar en un proyecto para un cliente del sector textil archiconocido de cuyo nombre no quiero acordarme, en temas que se parecían a lo que yo hacía como un huevo a una castaña. Eso sí que era empezar de cero. Nada de conocimiento de la compañía, ni de las tecnologías que iba a usar, metodologías ágiles (más o menos, pero que agradezco haber experimentado), desarrollo de aplicaciones a medida, y un equipo de trabajo compuesto por puñados de externos como yo de distintas empresas. Una odisea vamos. Pero ahora visto desde la lejanía, hasta estoy orgulloso de haber pasado por ahí. Me ayudó a ver cómo funcionan otros proyectos, en disciplinas totalmente alejadas de lo que es mi zona de confort. Y creo que volvería a hacerlo si se diese la ocasión. He vuelto después de todo a consultoría, y más fuerte que nunca, diría. Supongo que en ocasiones es recomendable escaparse de lo que ya se conoce, poner tu cabeza en algo que no tiene nada que ver, y durante ese período, todo se ve con más claridad. En mi caso, como he dicho, con este cambio de rumbo, supe a qué quería dedicarme. Y para que no hubiese duda, antes de mi vuelta en septiembre de 2023 a la consultoría de SAP, pasé por una startup en la que conseguí entrar y experimentar lo que es el desarrollo de producto. Creo que fue mi proyecto más lejos de mi zona de confort, de lejos, pero visto desde lejos, cumplió funciones importantes. La primera, me enseñó que no encajaba con la compañía. Como siempre hice migas con gente interesante, pero todo se volvía muy turbio en las capas de gestión. Y a mi que me gusta documentarme en cuanto a cómo se deben hacer las cosas, no estaba convencido de que aquello tuviese mucho sentido. Y la segunda, me ayudó a llevar mejor la etapa en la que había nacido mi segundo hijo, porque pude trabajar en remoto siempre y no había una presión espectacular que hiciese que el trabajo incluso desde casa fuese una carga pesada.

Estas palabras son otro reseteo en cierto modo. Como comenté, antes de tener este blog, tuve, y todavía tengo, cafeandcake.com. Estaba super convencido de que escribir en inglés me ayudaría a mejorar en el idioma y encontrar a mucha gente ahí fuera que compartiese mis pensamientos. Pero con el tiempo me di cuenta de que no era lo mismo, y aquí estamos, tanto o más convencido que con mi anterior proyecto. Y esto tiene mucho que ver con el dilema de si es más conveniente acabar lo que empiezas a pesar de darte cuenta de que no te convence, o dejarlo a medio camino para aprovechar el tiempo en lo que sí crees que va a funcionar. En mi caso, tengo claro que lo segundo es mejor. Así que nada de sentir frustración por dejar cosas a medias, o dejar morir un blog con unas cuantas entradas. Vamos a dejar pasar, borrón y cuenta nueva, y a tomar nuevo rumbo. Después de todo, me gusta la idea de que cada fracaso o proyecto inacabado es solo un paso antes de conseguir que algo funcione.

Conclusiones

Sinceramente creo que volver a empezar es un ejercicio muy sano. Puede ser visto por mucha gente como poco compromiso o entrega, se puede también considerar que en lo que hagas, debes dar un margen suficientemente amplio para ver si funciona o no. Eso siempre hay que hacerlo, por descontado. Pero aún en ese caso, no conviene verte atrapado en algo que sabes que no te va bien, por muy tentador que sea rendirse a la comdidad. Y no tiene tanto que ver con ser ambicioso, o llegar lejos, o alto. Tiene que ver con poder dormir tranquilo sabiendo que haces lo que realmente quieres, vives donde te hace feliz, y estás con quien te aporta.

Mi mensaje con todo esto es que el cambio siempre compensa. Y en el terreno laboral, digan lo que digan, es la manera de tener unas condiciones decentes, sabiendo que la meritocracia está en sus horas más bajas, tristemente. Y volver a empezar tiene unos cuantos efectos secundarios altamente beneficiosos. Esto es, te permite decir adiós a hábitos o personas que no van bien contigo, te permite tener ilusión por aprender cosas nuevas, dejando cosas que ya tenías tan interiorizadas que no te permitían aprender nada nuevo, o hacer nuevos contactos.

Aunque es más fácil decirlo que hacerlo, animo a cualquiera a lanzarse al cambio, y si hay dudas, debemos tener presente que nuestro cerebro se alimenta de la variedad, que lleva a la inspiración, y que lleva a su vez a la creatividad, lo cual nos lleva a… lo que sea que es lo opuesto al lado oscuro.

Feliz día, y si os apetece, dejad un comentario.

Valora este artículo

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

No hay valoraciones todavía. Sé el primero en puntuar.